¿Dónde están?
Recuerdo, a mediados del año antepasado, cuando el precio de un bitcoin rondaba los $68.000 dólares yanquis, que la mayoría de las personas con que hablaban despotricaban que estaba muy cara la criptomoneda y se les había pasado el bote.
Lo más común que escuchaba era “voy a esperar que baje” o “que ganas de haber comprado cuando estaba a $20.000”. Bueno, ahora es su oportunidad, pero no los encuentro en ningún lado. ¿Dónde están?
Hoy en día nadie habla de las criptomonedas—a menos que sea para asegurar que sabían que la burbuja iba a estallar o entregar alguna opinión desinformada sobre FTX—dejando al descubierto que el mercado está a la merced de las masas, y que si bien los convencidos nos desnucamos en que Bitcoin viene a empoderar al individuo y a empujar la libertad financiera, la abrumante mayoría está perdida a la hora de estudiar, entender y acumular la criptomoneda.
Resulta fascinante, de todos modos, la psicología humana que queda al desnudo en los distintos momentos del mercado. Cuando la euforia primaba y cualquier shitcoin se disparaba en cientos de puntos porcentuales al día, la revolución era imparable y eran todos genios. Hoy, el terreno está más seco que el desierto de Atacama.
Veo como las personas no se mueven por conocimiento y convicción personal—porque de lo contrario todas esas personas que querrían comprar bitcoin barato estarían aquí y ahora haciendo las mismas preguntas que hace unos meses—sino por el sentimiento colectivo, muchas veces fabricado por los medios y los titulares del día. En lugar de entender que hoy bitcoin está con descuento, y que es un momento aún más atractivo que cuando les interesó el 2021, deciden ignorar.
Entiendo que hay una cuota de desconfianza profunda en el mercado de las criptomonedas. Terra, con su criptomoneda Luna, el fondo de inversiones 3AC, y el ínfame FTX han calado hondo en el consciente cripto-colectivo, dejando a personas más asustadas y reacias a dar el salto de fe por la revolución tecnológica del dinero.
Sin embargo, la desaparición de las masas, común en momentos de bear market, da cuenta de una realidad más preocupante (y probablemente obvia). El común de los mortales se mueve en sazón a lo que la mayoría dicta—aunque esta mayoría venga influenciada por un puñado de medios de comunicación—y la mayoría dicta de acuerdo al precio. Si este va al alza, todos arriba del bote, si este va a la baja, a saludar desde la orilla mientras este se hunde.
En lugar de agachar la cabeza y estudiar o construir, muchos prefieren olvidarse de las criptomonedas hasta que estas vuelvan a ser moda nuevamente y subirse al “tren de la victoria” cuando pase por su estación—comprando caro y repitiendo las mismas frases con las que empecé la edición de hoy.
Aunque estamos construyendo un sistema monetario distinto, sobre los ideales de la transparencia, horizontalidad, libertad y soberanía, bitcoin continúa siendo de cierta manera una inversión. Y una periférica—de momento. La mayoría te encuentra/encontrará un demente por estar comprando la criptomoneda en cualquier momento, pero más aún ahora, cuando el precio le ha dado la razón a los expertos que aseguraban el gran esquema ponzi que Bitcoin sin dudas es.
Son momentos incómodos e inciertos, pero al mismo tiempo los de mayor oportunidad. Requiere un esfuerzo enorme sobreponerse a los titulares que indican que Bitcoin ha muerto, y las velas rojas que no dan tregua.
De todas maneras va a dar miedo, sobre todo porque estás haciendo una apuesta de locos. Necesitas realmente entender la tecnología, las aristas económicas y los fundamentales de un estándar monetario sin precedentes. Estamos viviendo una transición digital de envergadura mundial, para pasar a un sistema novedoso sin paralelos, y eso trae consigo un riesgo desmesurado pero también una recompensa desmesurada.
En sencillo—aunque de sencillo no tiene mucho—estás apostando por uno de los cambios monetarios más importantes en la historia de la humanidad. Pero bueno, “la inversión contraria existosa requiere que vivamos con malestar, por estar equivocados y solos. Pero las gangas no existen en la ausencia del miedo”.
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