El capitalismo de vigilancia
Soy Pedro y esta es la edición cincuenta y seis de La Cadena. Si quieres descentralizar los canales de comunicación e información, entonces apoya a este medio digital independiente. Este boletín es gratis, pero no barato. No estoy promocionando un producto ni un servicio, sino explicando la tecnología de Bitcoin de la forma más sencilla y neutral posible. Si quieres apoyar esa misión, suscríbete y entra a Patreon para ayudar a mantener este medio abierto para todos y todas.
La privacidad no se trata de algo que tienes algo que esconder, sino de algo que proteger.
El internet hoy existe en función de nosotros y nuestra información. Tus datos son el petróleo que alimenta las redes sociales, plataformas de búsqueda, medios de comunicación y todas las demás páginas web que visitamos.
Varias veces he escrito que el internet es un panóptico. Este es un concepto creado en el S.XVIII por el filósofo Jeremy Bentham, que consiste en un tipo de sistema de control y diseño institucional para cárceles—o en realidad, cualquier recinto, sea una escuela, asilo de ancianos, fábrica, etc. En efecto, la idea es que todos los presos puedan ser vigilados por un solo guardia, sin que estos puedan saber que están siendo vigilados.
En el modelo de Bentham, los presidarios saben que están siendo vigilados, pero no saben en qué momento. Por tanto, deben regular su comportamiento, evitando el control, o en muchos casos, el castigo.
Bajo un modelo panóptico, el presidario es visto, pero él no ve, es objeto de información, pero nunca sujeto de comunicación.
Esta idea fue visitada años después por Michel Foucault, para ilustrar la disponibilidad de ciertas sociedades para subyugar a sus ciudadanos. Su análisis es que la persona se convierte en una policía para sí mismo, cuidando sus acciones y autorregulándose.
Sin embargo, hoy persiste un peligro aún mayor. Aunque las revelaciones de Wikileaks en 2011, y los de Snowden en 2013 dieron cuenta de un grave problema en la sociedad, un tinte más panóptico a nuestra vida, la realidad es invisible.
Hoy, el internet está cooptado por un modelo de negocios llamado el capitalismo de vigilancia. Un modelo, hay que decirlo, invisible. En simple, este modelo se basa en la mercantilización de nuestros datos privados, los que son recopilados incesantemente por empresas para que luego sean vendidas al mejor postor.
El golpe de gracia del capitalismo de vigilancia es que no me siento expuesto cuando divago por el internet. Mis datos, intangibles, cuestan visibilizar, como para que me importe de gran manera lo que ocurre con ellos. Esa es la gran diferencia con el panóptico, que asume nuestros cuerpos son parte del control hipervigilante de un ente.
Volviendo a nuestra vida digital, somos objetos de información, fríamente vigilados y eternamente empaquetados, para luego convertirnos en dólares y centavos para las empresas que hoy controlan el internet. Todo eso ocurre gratuitamente, por los usuarios—tú y yo—quienes por un lado no sabemos bien cómo funciona, y por el otro, hemos decidido que es un trade-off que estamos dispuestos a hacer.
Big Tech, es decir, Facebook, Google, Amazon, y varios otros gigantes tecnológicos han implementado algoritmos que la base del modelo es que estas reclaman nuestra experiencia humana privada como su fuente gratis de material para luego vender “productos”.
Yo veo varios peligros, pero quiero nombrar uno en particular: el modelo predictivo que venden. Los humanos somos animales de patrones, todos altamente predecibles. Y si existe suficiente información sobre nosotros—como ya existe—se puede vender, a ciencia cierta, nuestras acciones y necesidades futuras. Y eso es lo que están vendiendo: la certeza de nuestras acciones futuras.
Hay que agregar que no son solamente estas empresas las que recopilan nuestra información. El gobierno es un cómplice en esta labor, vigilando detrás del código, juntando datos, siempre con el discurso de “protegernos”.
Sumado a esto, estamos viendo hace décadas, una guerra contra el efectivo. Desde la digitalización de la vida, los poderes monopolizadores del dinero han hecho una campaña activa por sacar los billetes y las monedas de la economía. Poco a poco, vemos que la forma más anónima de expresar valor pierde fuerza.
Nuestras preferencias financieras son una mirada profunda a nuestra forma de ser. El tipo de consumidor que eres, las emociones que uno siente impulsan ciertos gastos en ciertos momentos. Y cada vez que compras algo con tarjetas o en línea, dejas una huella de tu ser.
Si esta huella se combina—como se hace—con todo lo que ya nos graban en línea, el cuadro se comienza a completar.
¿Qué importa?
Quizás no te moleste la entrega total de tu vida a grandes empresas y el gobierno. Quizás no te moleste que “ellos te conozcan mejor de lo que tu los conoces, e incluso que tu te conoces a ti mismo”. Quizás no te moleste que puedan influenciar tus gastos. Quizás no te moleste que puedan cambiar tus intenciones políticas.
Resulta difícil entender cuáles serán las consecuencias futuras de nuestras acciones. Hoy, todo está bien. Quizás para hoy crees no necesitar la privacidad, pero cuando si se haga importante, es posible que sea tarde.
Como dijo Ed Snowden: “decir que no te importa la privacidad porque no tienes nada que esconder, es como decir que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada que decir”.
A aquellos que dicen que no tienen nada que ocultar, y por tanto este tema no les compete de gran forma, es importante entender que tu privacidad no te pertenece. Cuando compartes información de forma expuesta, estás dañando, de forma muy sutil, la privacidad de todos los demás que te rodean e interactúan contigo.
La privacidad, a fin de cuentas, depende de la cooperación de todos. Ya tenemos claro el modelo de negocios de grandes empresas, y la imperativa del gobierno por vigilar todo. El panóptico de Bentham está mostrando su cara, con más fuerza, cada día.
Recae en cada uno de nosotros la forma en que transitamos por la sociedad, tanto en línea como en la vida real. Nuestra labor es usar las herramientas a nuestro favor, preguntarnos cuáles aplicaciones estamos usando, y para qué es necesaria tanta información sobre nosotros.
Nunca serás inmune a la recopilación de datos. Pero es no significa que no puedas protegerte, quizás no por ti hoy, sino por el futuro de tus cercanos.
Es simple, un mundo donde no tenemos privacidad, es un mundo donde no somos libres.
Para aquello/as que me quieren seguir en redes sociales o buscan otra forma de interactuar con La Cadena, les adjunto los siguientes link. Estoy compartiendo contenido a diario en esas plataformas: