El pasado lunes, 10 de Octubre, se publicó una inusitada noticia. El “Premio Nobel de las Ciencias Económicas” se lo había ganado un personaje poco conocido fuera de círculos económicos, pero que tuvo un impacto enorme sobre el planeta entero. Su nombre es Ben Bernanke.
Los premios Nobel surgieron tras la muerte de un inventor, químico e ingeniero llamado Alfred Nobel. Nacido el 21 de Octubre de 1833 en Suecia, inventó más de 355 distintos objetos, la más connotada siendo la dinamita.
En 1888, Nobel leyó atónitamente en un diario francés un obituario titulado “El Comerciante de la Muerte ha Fallecido”, que hablaba justamente sobre él. Aunque en realidad la historia era sobre su hermano Ludvig, esta noticia le dio para pensar de qué manera sería recordado tras su muerte. Esa introspección lo hizo reescribir su testamento, y decidió donar la abrumante mayoría de su fortuna a una serie de premios.
Los Premios Nobel—financiados por la donación del más de 90% de la riqueza de Alfred—consistían en recompensar y entregar reconocimiento a las personas que habían “conferido el mayor beneficio a la humanidad” en cinco materias distintas: física, química, medicina, literatura y paz. Quiso, de cierta manera, que su legado siguiera ligado al progreso de la civilización humana y el bienestar de la sociedad.
Los Premios Nobel son considerados el mayor galardón de la academia mundial. Ganárselo, más allá de la recompensa financiera que trae consigo (se entrega alrededor de US$ 1 millón de dólares), entrega un estatus académico de por vida y convierte inmediatamente en autoridad a quien lo haya recibido.
Aunque generalmente se aplaude a los Premios Nobel por su rigurosidad académica e intelectual a la hora de premiar a diversos científicos, matemáticos y otros personajes de sus industrias, ha habido excepciones notables, especialmente en el ámbito del Premio Nobel de la Paz. Este último, uno podría pensar, se ha convertido más en un premio político, que busca entregar legitimidad a ciertos eventos y personas que durante su vida no necesariamente lo merecen. Comentaré sobre eso más abajo.
En 1968, el Sveriges Riksbank—conocido como el Banco Central Sueco—decidió celebrar su cumpleaños número 300 con la creación de un nuevo premio: el de las ciencias económicas. Se llamó oficialmente el “Premio del Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel”, pero que con el pasar de los años fue perdiendo palabreos y terminó en nada más y nada menos que el Premio Nobel de la Economía.
Deberíamos destacar, por lo tanto, que el Premio Nobel de la economía no existe. Es un invento de los banqueros jefes de un país, por razones que muchos de ustedes podrán concluir en sus hogares.
El Premio No-Nobel de la Economía trae consigo una línea económica interesante a la hora de analizar. De los 86 premiados, 31 provienen de la Universidad de Chicago en Estados Unidos, reconocido alrededor del mundo por apoyar una corriente de libre mercado en la economía. Por otro lado, 55 de los premiados provienen de los Estados Unidos, reconocido superpoder en toda materia, lo que podría hacernos pensar de cuál es la ideología dominante en la entrega de este premio.
Esta mirada me trae a la razón de ser de esta edición: la elección de Ben Bernanke, y dos investigadores más, como ganador del No-Nobel de la Economía por sus aportes en la investigación de crisis financieras y el sistema bancario, sobre todo su análisis de la Gran Depresión de la década de 1930.
Ben Bernanke es un economista de amplio recorrido en los circuitos convencionales norteamericanos. Fue cabeza de la Reserva Federal de Estados Unidos (el Banco Central de la nación) desde 2006-2014, donde supervisó y tomó decisiones monetarias bastante controversiales. Revisemos algunos de sus puntos álgidos, ya que nos puede ayudar a entender de mejor manera la narrativa que buscan instalar desde la elite.
Previo a la crisis financiera de 2008-09, conocida como la crisis subprime y que vio estallar la burbuja inmobiliario que generaron bancos e instituciones financieras que tomaron excesivos riesgos en este mercado, Bernanke aseguró, múltiples veces, de que no existía una burbuja inmobiliaria. La historia diría otra cosa.
Una vez estallada la crisis, Bernanke decidió tomar las riendas de la situación y cometió uno de los actos financieros más criminales de la historia moderna. A pesar de que las instituciones financieras fueron las que tomaron los riesgos y llevaron al sistema financiero al borde del precipicio, el cabeza de la FED decidió salir a rescatarlos. Bancos y otras organizaciones recibieron un salvataje de miles de millones de dólares, utilizados más aún para pagarles bonos a los ejecutivos de esas empresas, mientras la economía global pendía de un hilo.
El “Nobel de la Economía” por tanto, tomó dinero del público, para refinanciar al privado, en medio de una crisis provocada por el mismo privado. Yo quizás le daría otro premio.
Unos años más tarde, Bernanke tendría otro gran golpe de gracia, con el relajamiento cuantitativo. Esta es una política monetaria donde el Banco Central imprime dinero, compra activos financieros a través del sistema tradicional, y de esta forma inyecta nuevas unidades monetarias en la economía. Es una política controversial, ya que por un lado infla el precio de los activos, que hoy están en su mayoría en manos de los mismos banqueros de Wall Street y personas de alto poder adquisitivo. Por otro, ese dinero se demora en llegar a las manos del ciudadano común y corriente, y una vez arribado, ha perdido poder de compra en el proceso—es decir, inflación.
Evaluando la dirección que tuvo la Reserva Federal durante los tiempos de Ben Bernanke, causa extrañeza su nombramiento como premio “Nobel” de la Economía. Al indagar un poco más, y mirando los galardonados del Premio Nobel de la Paz, aparecen luces en el horizonte.
En 1973, el Premio Nobel de la Paz fue entregado a Henry Kissinger, reconocido “halcón de la guerra” de Estados Unidos, quien tuvo un rol importante en la Guerra de Vietnam, el Golpe Militar a Salvador Allende en Chile, y apoyar bombardeos en Cambodia durante el régimen del Khmer Rouge. En 2009, Barack Obama, ex presidente de Estados Unidos recibió el Premio Nobel, a pesar de autorizar la mayor cantidad de vigilancia a ciudadanos norteamericanos durante su presidencia, y continuar con las incesantes misiones de guerra en lugares como Iraq, Afganistán, Somalia, y Pakistán.
Los Premios Nobel son importantes baluartes de la academia. Son otorgados a personas con amplia dedicatoria, que han claramente entregado beneficios y valor a los ámbitos donde trabajan, y que han conferido beneficios sociales a la humanidad de alguna manera.
Queda la duda, con respecto a los Premios de la Paz y el No-Nobel de la Economía. Estos premios, pareciera ser, buscan legitimar ciertas personas que han conferido más daño a la humanidad que beneficios, y que integran el establishment político y económico de la sociedad.
Ver a personas como Bernanke, defensor férreo de las élites y los banqueros del mundo, ganarse un premio como el entregado por el Banco Central Sueco, deja sin respaldo cualquier tipo de autoridad que debiese entregar este premio.
La verdad es que el chiste se cuenta solo.
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