Esta es la edición #070 de La Cadena, un medio independiente dedicado a informarte sobre el mundo de Bitcoin y sus alrededores. Estas palabras son gratis, pero no baratas y toma tiempo investigar y crear este contenido. Considera apoyarme, para que me pueda dedicar a esto.
En un bizarro y orwelliano truco de magia, la forma en que entendemos y nos relacionamos con el dinero ha perdido su sentido más básico. Aquellos que hoy componen los puestos de poder, siendo las autoridades monetarias y sus acólitos han definido que para poder ocupar este lubricante tecnológico debemos renunciar a nuestra privacidad e informar a terceros quienes somos y dónde vivimos. En esencia, debes entregar toda tu identidad personal en un esfuerzo por demostrar que eres un ciudadano respetuoso de la ley y que no estás haciendo malabares monetarios con el fin de socavar el orden público ni las normas establecidas.
El KYC (know your customer, en inglés), o conoce tu cliente, es una serie de protocolos donde uno debe informar a instituciones financieras—de cualquier índole—tu identidad personal. La dirección de tu hogar, tu número de teléfono, tu número de identificación nacional, los ingresos que tienes, y más. Esto, según quienes imponen estas regulaciones, para asegurar que el ciudadano de a pie no está lavando dinero ni usando la cañería de los distintos activos financieros para ser un delincuente más.
¿Cuál es la función básica del dinero? En simple, para permitir el intercambio de valor entre desconocidos. La idea detrás, simple pero muy poderosa, es que para comprar u vender bienes y servicios, no necesitamos conocer ni confiar en la otra persona. Le entregas un billete, te entrega un libro, y ambos continúan sus días. El dinero fue creado para minimizar el nivel de confianza entre los distintos actores de un mercado.
Sin embargo, denotando ignorancia de la más alta calaña, las autoridades financieras han definido que el dinero no debe cumplir su función más básica, y que debemos conocer—en detalle—a los distintos actores de una transacción. Algunos de ustedes lo leéran y pensarán que no existe mucho peligro en esto e incluso que es una decisión correcta. Sin embargo, dejan de lado varias implicancias peligrosas que estamos normalizando.
En primer lugar, operar bajo la regulación del KYC supone una lógica de que siempre somos sospechosos. No debemos tener la posibilidad de transar anónimamente, ya que de poder hacerlo, sin dudas que lo haríamos para actividades criminales. La realidad que crea es que dejándonos espacios de privacidad, nos tornaremos delincuentes, que sin duda usarán todas las herramientas—financieras, en este caso—para ir derrumbando las estructuras que hoy existen en la sociedad.
Por otro lado, entregar toda nuestra información a terceros es un hoyo de seguridad. En las últimas semanas hemos visto varias empresas que han sido hackeadas y nuestra información personal fue filtrada. Estos no son hechos aislados o inusuales. Cualquier empresa centralizada que guarda grandes cantidades de datos sobre sus clientes o usuarios es un mielero. Revisa en https://haveibeenpwned.com/ para ver si alguna vez has sufrido una filtración. Mi apuesta es que más de una vez.
Enfoquémonos de vuelta en el dinero y principalmente Bitcoin. Si tu estás entregando toda tu información personal a una plataforma que luego es hackeada, alguien en algún lugar del mundo sabe dónde vives, y que estás interesado al menos—quizás aún no compras—en las criptomonedas. Incluso, podrán comenzar con la trazabilidad de la cadena para saber exactamente cuántos Bitcoin tienes. Más allá de la condición de sospechoso que nos imponen las autoridades, esto de por sí significa una enorme amenaza para tu bienestar personal y de aquellos que conviven contigo.
¿Están tranquilos sabiendo que cualquier persona sabe la existencia de sus Bitcoin u otros activos financieros?
Si bien la idea no es asustarlos, es importante reconocer los problemas que existen, tanto a nivel filosófico como práctico, y tomar cartas en el asunto. La educación es primordial para luego actuar informadamente. Entonces, muchos se estarán preguntando, ¿qué hago?
Usa las herramientas a tu favor. Creo que lo primero que estaría haciendo es dejando de usar cualquier plataforma que me pida KYC. Esto les podrá parecer descabellado y no querrán cerrar sus cuentas del exchange preferido ya que es muy cómodo. Esa comodidad viene con un precio, tanto el de tu privacidad como tu seguridad, y al menos yo no me sentiría cómodo entregando toda mi información personal (que luego se comparte con otras empresas sin mi consentimiento), y que esta se convierta en un blanco fácil para los reales criminales de la sociedad.
Existen un sinnúmero de plataformas privadas para efectuar compras y ventas de Bitcoin, muy recomendadas. Estas son, entre otras: hodlhodl, bisq, RoboSats, y lnp2pbot (que vive en Telegram). Descúbrelas y utilízalas. Si necesitas ayuda, siempre respondo los correos.
Algo para tener en cuenta, eso sí. Cuando están comprando en este tipo de plataformas, es probable que el precio sea un poco más alto de lo que se ofrece en un exchange centralizado. Yo lo pienso de la siguiente manera: este es el verdadero precio de Bitcoin, y si compran en otra plataforma, lo compran con descuento porque están renunciando toda su privacidad. Para algunos les hará sentido, y no les importará, a otros no. Ahí tendrán que decidir si esos puntos porcentuales que se están ahorrando son más importantes que tu bienestar personal.
Otra opción que me gusta mucho son los mercados p2p con personas que conozco. Amigos, familiares, vecinos con los cuales se transan Bitcoin por monedas fiat, usando el dinero como debe ser, anónimamente. Existen esos espacios probablemente más cerca de lo que crees, es cosa de preguntar.
Creo que el dinero se está volviendo—si no se ha vuelto ya—distópico. En vez de ser utilizado en su formato más básico, para habilitar transacciones sin necesitar confiar en la otra persona, se ha vuelto una herramienta de vigilancia y una brecha de seguridad importante en nuestras vidas. Las autoridades monetarias han normalizado que seamos sospechosos, debamos renunciar a nuestra privacidad y seguridad personal, obligando a buscar activamente espacios para que seamos libres participantes de la sociedad. Esto es por diseño, no casualidad, y mi predicción es que con el tiempo iremos perdiendo aún más de esas libertades básicas.
Por lo tanto, y lentamente, comienza a alterar tu comportamiento. Piensa más si estás tranquilo/a entregando tu información personal y cuál es el costo de hacerlo. Conversa con tus amigos y cercanos cuál es su opinión en este tema y si han tomado algunas acciones para retomar el control. Pregúntales y pídeles ayuda para comenzar a recorrer ese camino tu también.
Es labor de cada uno de nosotros retomar el dinero para lo que fue creado inicialmente, y para resistir el embate de los orwellianos. Con el pasar del tiempo todo se tornará más opaco y nebuloso y será más difícil tomar decisiones y hacer cambios.
Y nunca te olvides: sin privacidad no hay libertad.