La gran cancelación
“La manera inteligente de mantener a personas pasivas y obedientes es limitar estrictamente el espectro de opiniones aceptables, pero permitir un debate muy candente dentro de ese espectro—incluso motivar las visiones más críticas y disidentes. Eso les da a las personas la sensación de que hay libertad de pensamiento, mientras las presuposiciones del sistema están siendo reforzados todo el tiempo por los limites puestos al debate”. —Noam Chomsky.
Desconcertante. Creo que no existe otra palabra para describir la sensación que muchos tenemos en este momento. Están cancelando a Rusia. Si antes pensaban que la cultura woke, con su lenguaje políticamente correcto y eliminación de personajes por ir contra la narrativa convencional era solamente para antiguos comediantes y sus chistes racistas, no están mirando bien. Ciudadanos, sin ningún tipo de culpa, están siendo despojados de la economía mundial, a causa de la actitud beligerante de sus líderes.
DuckDuckGo, Upwork, Starbucks, McDonalds, Coca-Cola, Airbus, Boeing, Volvo, Nissan, Honda, Harley-Davidson, Clorox, Colgate-Palmovile, Caterpillar, 3M, Airbnb, Booking.com, FedEx, Sony, Netflix, H&M, Electronic Arts, Pfizer, Sketchers, Amazon, Apple, Google, Microsoft, Spotify y la lista agrega nuevas compañías todos los días que han frenado sus operaciones en Rusia.
Recibí noticia hace unos días que una compañera de la Asociación de Periodistas de Criptomonedas (ACJR, por sus siglas en inglés), iba a formar parte de un jurado para una ceremonia de premiación periodística. Ella es Rusa, y apenas Putin invadió Ucrania, decidió hacer sus maletas y emigrar del país, en protesta. Sin embargo, la contactaron de parte de la organización para lamentablemente anunciarle que ya no podía formar parte del jurado.
Ayer, el Daily Telegraph de Inglaterra anunciaba que si el tenista No 1 del mundo, Daniil Medvedev no se declaraba contrario a Putin, sería prohibido de jugar Wimbledon. Gatos Rusos están siendo expulsados de gremios felinos alrededor del mundo, e incluso supe de la anécdota sobre un restaurante llamado The Russian House, en Miami, que había eliminado el nombre Russian, pasando a llamarse The House.
La Unión Europea ha prohibido un montón de medios ligados al Kremlin, YouTube bloquea el famoso canal Russia Today de su plataforma, y el gobierno Australiano ha presionado a diversas redes sociales para censurar cualquier tipo de información que proceda de Moscú. Twitter ha comenzado a limitar la cantidad de contenido Ruso en su plataforma, como vemos en la imagen abajo. Incluso algunos que le han dado like a este tipo de tweet, han visto alertas de que están mal enfocado.
Sumemos lo financiero. De los $640 mil millones de dólares en reservas internacionales, solamente $140 mil millones les quedan disponibles—en la forma de oro—tras la confiscación y congelamiento del resto por parte de naciones e instituciones del Occidente. Han expulsado parcialmente a Rusia del Sistema Swift, impidiendo que efectúe transacciones para importar y/o exportar bienes y servicios al resto del mundo.
Hago una pausa para aclarar que estoy completamente en contra de cualquier tipo de guerra. Operar bajo el principio de no agresión es fundamental para una convivencia sana y cooperativa alrededor del mundo. Los inocentes, en Ucrania y alrededor del mundo, no deberían sufrir por la psicopatía de sus mandatarios. Espero que el conflicto se resuelva pronto, y que la paz vuelva a Europa del Este.
Sin embargo, la censura que estamos viendo por parte de medios, gobiernos y empresas Occidentales es escalofriante. Otorgándose una placa de policía del pensamiento, los canales de televisión están determinando qué y qué no deberíamos ver. Con quienes debemos y no debemos poder interactuar. Qué es desinformación y qué no. A quién censuramos y quien no.
Resulta cuasi-graciosa la disonancia cognitiva que emplean los mandamases—y sus secuaces mediáticos—para despotricar contra Rusia. ¿Dónde estaban para la defensa de Palestina, Yemen, Siria, Afganistán, Iraq, Somalia, Haití, e innumerables otros lugares que han sido víctimas del neocolonialismo yanqui?
La situación es siniestra. Porque no es que estemos cancelando a Putin y sus amigotes oligarcas—que sin duda se merecen varias más penas que el cierre de sus cuentas de Spotify. Lo que tenemos al frente es una ciudadanía inocente que se convierte en leprosa. Por ser Ruso, ya no eres parte del planeta.
Los medios de comunicación—por lo demás—creen que somos todos idiotas. “No puedes ver esto porque te puedes volver pro algo que yo estoy en contra”. No es que estamos viendo el apagón de la nación Rusa, sino que están minando nuestra mente. Supuestamente somos incapaces de discernir y formar opiniones propias, por lo que necesitamos que la información que fluye frente a nosotros sea kosher.
“El mundo occidental cree que tiene un monopolio sobre lo que constituye "verdad política” y que su visión ideológica de mundo es la única correcta, válida y autoritaria. Predican la libertad de expresión y prensa a otros países, pero se eximen de aquello”, escribió el analista Tom Fowdy, dando cuenta de que la élite de Washington es quién decide lo que nosotros pensamos.
Los imperios del Occidente están no solo eliminando a Rusia del mapa, sino nuestra capacidad de ver otras perspectivas al conflicto. La censura no sólo está afectando al ciudadano de a pie en Moscú o San Petesburgo, sino también al de Santiago y Ciudad de México.
A fin de cuentas esto es una lucha por mantener el estatus quo del establishment. Hay una clara narrativa que quieren imponer, desde Washington y ciertas instituciones oligarcas no-democráticas, que está siendo insertada en nuestras mentes en este momento.
Imagino no ser el único preocupado con la situación alrededor del mundo. Porque por un lado el nivel de contradicción de las élites no sabe límites (siendo que una parte significativa del conflicto de hoy le recae a la OTAN), pero se me pone la piel de gallina pensar la naturalidad con que nos estamos tomando tal nivel de censura. Putin es malo, así que nada que venga de ahí puede ni debe ser leído, escuchado, visto u comprado.
La verdad solamente aparece a través de conversaciones y discusiones, y con toda la información sobre la mesa. Los ideales que algunos queremos promulgar—empatía, solidaridad, colaboración, cooperación—no se logran apagando con un click a todo un sector del planeta, ni dictando la información que es sana para cada uno de nosotros. Estamos viviendo nuestra propia guerra algorítmica, a través de las plataformas digitales que habitamos a diario, con nuestra mente el campo de batalla.
Los poderosos incentivos económicos que dictan la narrativa mainstream no quieren permitirnos la libertad de información ni de disentir. Resistamos a la locura de los tiempos, informémonos, y conversemos.