La Revolución del Hiyab
Aparecen imágenes impactantes desde el Medio Oriente, en un nuevo levantamiento social que busca echar abajo antiguas y anquilosadas estructuras de poder. Pareciera que en todos los rincones del mundo se tejen aires de cambio. Mientras el viejo orden tiembla, la ciudadanía—esté donde esté—se toma las calles en búsqueda de la libertad.
El pasado 13 de Septiembre, en Teherán, la capital de Irán, una mujer de 22 años llamada Mahsa Amini estaba a punto de convertirse en un símbolo. Arrestada por la tal llamada policía de la moral Iraní, supuestamente por utilizar su hiyab incorrectamente, apareció muerta, tres días después. Mientras las autoridades Iraníes anunciaron que había sido debido a un infarto cardíaco, de acuerdo a un medio independiente británico, exámenes médicos mostrarían su cabeza con señales de fractura.
Desde hace años existen fuerzas policías secretas en países de mayoría musulmana, encargadas de implementar estrictas interpretaciones de la moralidad Islámica. Conocidos como Gasht-e Ershad, en Irán, esta es una especie de escuadrón anti-vicio con la tarea de arrestar y multar a personas—en su mayoría mujeres—que no cumplen con los estrictos estándares de la religión dominante, sobre todo con lo que le compete a las leyes del código de vestimenta.
Según la normativa, todas las mujeres después de la pubertad se deben cubrir la cabeza y llevar ropa holgada en público. Dentro de las escuelas, mujeres deben llevar el hiyab desde los siete años, aunque esto no es obligación en la calle, hasta cumplir cierta edad. Estas medidas van de acuerdo a la sharía, la ley islámica, que pide modestidad para hombres y mujeres en su manera de vestir, aunque son estas últimas las principales afectadas por la policía de la moral.
Tras la muerte de Amini, miles de mujeres, hombres, ancianos y niños han salido a las calles en las últimas semanas, en señal de protesta a las prácticas antihumanas de quienes lideran el país. Fuegos se han prendido en distintos puntos de la ciudad y miles de mujeres han quemado su hiyab en señal de protesta. Informes muestran que en todas las regiones del país ha habido actos de rebeldía, y mujeres se han visto celebrando sin su hiyab puesto, denunciando el actuar del dictador Khomenei y sus matones.
Los matones de Khomenei, al igual que todas las demás fuerzas policiales del planeta, han estado presentes desde el otro lado de la vereda. Vemos las imágenes—ya muy comunes—de represión por parte de quienes parecen soldados de guerra más que fuerzas del orden. Resulta conocido el cuento, de una ciudadanía que pide dignidad y una renovación en las estructuras de poder, basándose en el derecho más básico que tenemos como individuos, la libertad de expresión, verse enfrentados a quienes usan las armas para defender tradiciones y sistemas opresores y desiguales.
Ver los riesgos que toman hombres y mujeres, hace un tiempo en Chile, hoy en Irán, por enfrentarse a la policía de la nación da prueba de que cualquier tradición—o estructura socioeconómica y política—que requiere la presencia física día y noche de hombres con armas para resguardarse es simplemente ilegítima.
En su libro titulado La Mitad del Cielo, Nicholas Kristoff y Sheryl Wudunn, reúnen testimonios de 14 mujeres en la primera línea de diversos cambios sociopolíticos y económicos de sus comunidades, siempre con esperanza y optimismo a la carga. La mitad del cielo proviene de proverbio chino que “las mujeres sostienen la mitad del cielo”, y es una oda y homenaje a la mayoría del planeta que es muchas veces olvidada y desplazada a ser ciudadanas de cuarta categoría. El libro da una mirada a las tribulaciones que vive el género femenino alrededor del mundo, y como algunas se sobreponen a condiciones terroríficas para generar cambios en sus comunidades.
Irán está viviendo la última ola del gran movimiento emancipador de mujeres alrededor del mundo, luchando por su dignidad y el derecho de elegir la manera en que viven, arriesgando la vida misma, que se puso nuevamente en jaque el 13 de Septiembre con la muerte de Amini.
Vale la pena aclarar que las protestas no son contra el símbolo mismo del hiyab, sino con la obligación de utilizarlo de acuerdo a las interpretaciones más estrictas de quienes aplican la religión Islámica en su país. Se hace aparente la idea de un contrato social donde ambas partes consienten la vida colectiva, y no sólo lo que dictan quienes han maniatado el poder durante años.
Esta situación histórica pone en primer plano la realidad que viven grupos históricamente oprimidos, y nos hace acordar que falta mucho camino por trazar en ciertos territorios del mundo. Agrega la importancia del concepto de la solidaridad internacional, hoy puesto tela de juicio debido a ideologías, fuerzas de mercado, grupos de poder, y la posición del hombre—sin importar su raza—en las distintas sociedades.
Mientras a algunos nos parecen alentadoras estas imágenes, las fuerzas conservadoras de cada sociedad golpean de vuelta, y con mucha violencia. Son dueñas de los medios de comunicación, convirtiéndose en “fabricantes de consenso” como diría Noam Chomsky; compran intelectuales y expertos quienes luego moldean la opinión pública y crean las tendencias que la ciudadanía adopta; y se vinculan personalmente con las fuerzas armadas, quienes se convierten en las literales balas con que se reprime a la sociedad.
Los cambios profundos que demandan en Irán, junto a los de Chile y otros lugares del planeta, son lentos e incrementales, a pesar de que sus proponentes quieren la inmediatez. Estamos luchando contra décadas, e incluso siglos como en el caso Iraní, de estructuras de poder dominantes, mantenidas por tradiciones que son muy difíciles de cambiar.
Miro con solidaridad, apoyo y optimismo lo que hoy se gesta en Irán, lo que seguimos gestando en Chile, y cualquier acto que implique un cambio del viejo orden y un progreso hacia una sociedad más inclusiva, abierta y transparente.
¿No es eso lo que todos queremos?
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