La última abstracción de valor
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¿Cuántos que están leyendo saben qué le da valor al dinero? Hasta hace poco, yo tampoco sabía la respuesta de esa pregunta. Siendo una herramienta tan dominante en nuestras vidas, y tan importante para la civilización humana, es curioso que nunca la hayamos estudiado durante nuestros años escolares. Ni en las mesas de conversación en nuestros hogares, ni en los asados con los amigos. Da cuenta de un error fundamental en el sistema educacional, y también de una conspiración que dejaré en el aire.
Pero hace doce años, surgió una tecnología nueva que nos obliga a hacernos esa y muchas preguntas más. La última evolución de la ilusión colectiva que es el dinero.
El 3 de Enero de 2009 apareció un modelo monetario abierto, público, neutro, apolítico, y con una serie de características únicas aplicadas al espectro del dinero. Y ese día crearon una nueva institución para el planeta. Una institución social, política y económica. Donde distintos actores y usuarios se entrelazan en un libre mercado para transferir valor entre ellos. Participantes desconocidos que se abren a una economía digital fuera de cualquier autoridad central y que desafía la arquitectura impuesta desde siglos pasados.
Debe ser aterrador para algunos pensar que hoy existe una red que permite transferir valor sin censura, sin permiso, sin identificación y sin control. Se les olvida, sin embargo, que así también funciona el efectivo. Y así ha funcionado la sociedad, por miles de años, sin devenir en caos. Al transar en un mercado, dándole propina al mesero, o entregándole una moneda al músico en la esquina, no necesito presentar documentación ni pedirle a él sus credenciales. Pareciera que el mundo digital viene a proliferar lo peor de la naturaleza humana.
Y son esos mismos los que hoy resguardan las entradas del sistema tradicional. Son los que abogan por un modelo centralizado y autoritario. Lleno de reglas y burocracias, capas opacas y estampillas de aprobación—o de rechazo. Hoy en día, casi la mitad de la población humana no tiene acceso a la banca. Son solamente 1.5 mil millones de personas las que tienen entrada al sistema financiero tradicional y todos los instrumentos que ese entrega.
El problema asociado a los sistemas centralizados es que le otorgas confianza a una autoridad. Y con esa autoridad le entregas un enorme poder: el de negación. Puedes negar arbitrariamente la participación a personas, sea por razones políticas, económicas o sociales. Eres el guardián de la bahía, que a pesar de moverse libremente con el vaivén del oleaje, pones redes y no dejes que otros floten también.
Cuando se centraliza el dinero, se politiza. Se convierte en un sistema de control, que suplanta las otras propiedades. El dinero cuenta con una serie de funciones, que cuando se convierte en sistema de control, esas se pierden. ¿Cómo va a ser depósito de valor un dinero que no sirve como medio de intercambio porque se puede censurar? ¿Cómo va a ser un medio de intercambio un dinero que niega sistemáticamente la participación de minorías?
El dinero, por ser una herramienta, debería ser apolítico. Debe estar enmarcado en reglas neutras y justas para todas. Donde su acceso es abierto y libre. Y donde cada uno tiene derecho a participar, solamente por ser persona.
Sin embargo, el dinero de hoy está quebrado. El modelo fiat—es decir, las monedas gubernamentales de distintos países—crea desigualdad, niega participación de todos, y censura. Nos invoca a consumir sin descanso y validar un sistema monopólico. Y cuando el dinero funciona así, simplemente no funciona.
A mí me enseñaron que los monopolios son malos. Traen consigo corrupción, colusión, desigualdad y pobreza. Otorgan poder a unos pocos—que quizás no se lo han ganado—y dejan al resto despojado. Sin embargo, le permitimos el monopolio sobre la creación del dinero. Y eso implica, desde su base, que es un dinero malo. Porque no tiene, ni permite la competencia. No acepta la posibilidad de innovaciones ni tampoco tiene la necesidad de aceptarlas. Puede devaluarse y crearse al capricho de sus capataces, con un simple click. Puede negar la participación y crear un sistema excluyente y exclusivo.
Y el monopolio del dinero también erosiona las otras características del dinero. Porque este debe ser portable, escaso, y difícil de crear.
La moneda fiat de hoy, no cuenta con estas características. La portabilidad la tiene a medias. Solamente para aquellos afortunados que hoy cuentan con cuenta bancaria. Además, aún si tienes acceso a la banca, te pueden incautar y congelar tus cuentas, si es necesario. Porque recordemos, la moneda fiat es política. Sino, pregunténle a Edward Snowden o Julian Assange.
La moneda fiat, ¿es escasa? Por definición, no. Siendo que es un dinero por decreto puede ser creado a diestra y siniestra por aquellos con el monopolio de esa actividad. Solamente en el último año, la Reserva Federal ha creado más del 80% de los dólares que hoy circulan. Los invito a revisar este link, para que vean en tiempo real, la deuda norteamericana. Alrededor del mundo usamos una ley de reserva fraccional. Es decir, los bancos, deben contar solamente con una fracción del dinero en efectivo para poder emitir más. Creamos infinitas monedas, literalmente de la nada.
La moneda fiat, es ¿díficil de crear? No. A pesar de que todo requiere de energía y tiempo, el dinero fiat se emite con un simple click del botón. Quizás haya que pasar por algunos procesos burocráticos, pero en estricto rigor, no se necesita nada más que la aprobación de los expertos para crearlo. Y recuerden, es de fácil creación para emitir créditos parasitarios y subsidiar el sistema financiero.
Siendo que la moneda fiat es un mal dinero, ¿Qué es lo que le da valor? Nosotros. La participación en una ilusión colectiva de que va a continuar teniendo valor mañana es lo que le da valor hoy.
Porque el dinero es una promesa. Es un sistema de confianza, tanto de que otros van a aceptar el dinero que nosotros entregamos como que las autoridades a cargo van a validarlo. Nuestra creencia es lo que le da valor al dinero.
Y la última creencia se llama Bitcoin. Es una red de persona a persona que permite transferir valor entre desconocidos sin nunca tener que confiar en una autoridad central para verificar y validar esas transacciones. Es un sistema abierto que usa un innovador mecanismo de consenso. Es un modelo monetario que usa una rama de la matemática llamada criptografía para hacer transacciones seguras y privadas. Es la última iteración de la alucinación que llamamos dinero.
Bitcoin es como el internet. Este conjunto de redes permite el libre flujo de información. Bitcoin es el internet aplicado al dinero. Permite el libre flujo del dinero. Permite la libre asociación de confianza. Y permite el libre flujo de valor.
Sin embargo, para usar Bitcoin debes necesariamente cuestionar el modelo imperante. Uno basado en reglas arbitrarias y burocracias humanas. Uno que usa el monopolio de la creación de dinero para mantenernos pobres y dependientes. Uno que nos niega y rechaza la participación en las reglas del juego.
Una de las preguntas fundamentales que me hizo Bitcoin fue la de si entiendo el dinero. De donde nace su valor, quien lo emite, porque ese grupo lo controla, y de que forma se llevan las cuentas. Cuanto se crea y de qué forma. De por qué tiene un secretismo tan profundo y por qué, si es una herramienta tan fundamental, nunca se cuestiona a quienes viven tan cerca de su creación.
Puedes estar en contra de Bitcoin. Puedes creer que no sirve para nada. Puedes creer que es una estafa y se va a ir a la mierda. Puedes creer que solamente sirve para criminales. Pero no puedes negar que introduce una conversación fundamental. Obliga a cuestionar una de las herramientas más dominantes de la sociedad. Nos impulsa a revisar nuestra relación con el dinero. Nos motiva a revisar una de las tecnologías más antiguas de la civilización humana.
En realidad el dinero es una herramienta sin valor en sí mismo. No es más que una abstracción de lo que en realidad sí tiene valor: alimentos, movilización, vivienda, medicamentos, experiencias, etc. Funciona como mecanismo para ponerle precio a los bienes y servicios que transamos. Es una manera de cuantificar nuestras habilidades y ayudar a la coordinación de la sociedad humana. Es una elaborada ilusión, que todos compartimos.
Y al final del día Bitcoin, la última abstracción de valor, te pregunta, ¿en qué ilusión vas a creer?
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