Esta es la edición #075 de La Cadena, un medio independiente dedicado a informarte sobre el mundo de Bitcoin y sus alrededores. Por razones personales la próxima semana no habrá edición, y las cinco de la semana quedan en pausa. Estaré de vuelta la semana siguiente, con todo.
¿Cuál es la mejor manera para generar rechazo contra Bitcoin?
Para quienes llevamos años metidos en Bitcoin, la crítica sobre su consumo energético es de las más comunes que escuchamos. De alguna manera, todos aquellos que no habitan en el protocolo piensan que los bitcoiners somos negacionistas de la crisis climática, y que no nos importa lo que va a ocurrir con el planeta. Nada más alejado de la realidad, en realidad.
Alrededor del mundo vemos—aun no llega a Chile—reacciones adversas a la instalación de fábricas mineras a distintos lugares, incluso yendo tan lejos a intentar prohibir esta actividad.
Muchos gobiernos, activistas, e individuos creen que una industria que consume menos del 1% de la energía global va a contribuir exponencialmente al desastre medioambiental que estamos viviendo hoy en día. Más aún, muchos piensan que, debido a su “alto consumo energético”, hay que simplemente prohibir la Prueba de Trabajo—el mecanismo de consenso con que se protege la red.
Vale la pena señalar que el consumo de energético de bitcoin solamente se justifica en cuanto al valor que le entregan sus usuarios. Probablemente si vives en una democracia liberal (y occidental, por lo general), con derechos de propiedad y un Estado de Derecho, no te resultará importante un dinero inconfiscable y resistente a la censura. De lo contrario, si vives bajo gobiernos autoritarios, donde tu dinero es un arma, y no tienes un gran cuota de libertad, Bitcoin se convierte en una necesidad—y no sólo un vehículo de inversión.
Lo que no se dan cuenta, sin embargo, es que el enemigo no es esta nueva tecnología; sino que la mismísima industria de combustibles fósiles, y los políticos corruptos que permiten que estos actúen con impunidad, llegando tan lejos como a subsidiar sus actividades con dinero de los contribuyentes. Estos son los que han sabido, durante décadas, que el cambio climático era una amenaza y simplemente no hicieron nada.
Es irrisorio, de hecho, que una industria que recién comenzó a madurar en 2018/2019 sea responsable de este desastre. Si bien cada emisión de CO2 debe ser considerada, y debemos buscar maneras de palear las externalidades negativas que acompañan nuestras actividades, los medios están insertando la narrativa de que eliminar a Bitcoin de la matriz energética va a lograr las metas que tenemos como sociedad.
No, para eso necesitamos otro enfoque.
Desde hace años que llevamos intentando una serie de tácticas y estrategias para influenciar a los policymakers de que queremos un cambio. Se han llevado a cabo protestas mundiales, huelgas de hambre, boicot a ciertas empresas e industrias, y mucho más. Pero, se ha logrado poco. Incluso hoy, en Europa, mucho de los conflicto Rusia—Ucrania viene alimentado por la producción de combustibles fósiles.
“Seguir haciendo lo mismo esperando distintos resultados es la definición de locura”, dijo una vez Albert Einstein. Y si bien podemos—y de cierta manera debemos—continuar con protestas, realizar solamente estas actividades no va a hacer cambiar las ideas ni acciones de los peces gordos de la economía y sus sirvientes en el gobierno.
Definitivamente el sistema actual se está desmoronando, y eso no debiese ser sorpresa para quienes leen este boletín. Pero si queremos un cambio sistémico, tenemos que buscar alternativas que están fueras de las ya dominantes, porque desde allí saldrán las soluciones.
Necesitamos pensar local y descentralizar. Si bien la segunda es una palabra prostituida, ciertamente por la industria cripto, es fundamental reducir la influencia que tienen ciertos espacios de poder centralizado, que gobiernan nuestras vidas.
Busquemos las respuestas a nivel local, construyendo economías circulares, creando asambleas comunitarias, retomando el poder en las calles y organizándonos desde la base. Hay que ir tan lejos como pensar en construir nuestros propios paneles solares, y crear redes energéticas locales, donde compartimos y transamos energía que nuestros mismos hogares y barrios sean la piedra fundacional.
Para hacer esto, como he repetido ad infinitum, es fundamental ir desprendiéndonos del sistema financiero tradicional. Este está basado en oligarquías, entrampadas en juegos de poder que solamente le sirven a una pequeñísima minoría de personas, donde manda quien más dinero tiene. Un sistema basado en el lucro a corto plazo, con una puerta giratorio entre el espacio público y privado, donde los reguladores se convierten en regulados y viceversa.
De ser así, necesitamos a Bitcoin. Esta red se basa en la creación de un sistema más justo para todos, donde no manda quien más dinero tiene, sino las leyes de la matemáticas. Y para enlazarlo a la conversación climática, bitcoin está profundamente interconectado con la matriz , ya que requiere de la transformación de recursos naturales en energía digital en la forma de moneda.
El sistema actual está acoplado con combustibles fósiles y por tanto es natural que los primeros jugadores de la industria minera usen esa infraestructura para sus operaciones. Ya está ahí.
A medida que vayamos transformando la base energética que utilizamos, también lo hará las tecnologías que están basadas en ellas. Vamos lento, y a ratos con tropezones, pero el tránsito es hacia una economía—y sociedad—basada en energías renovables, y bitcoin será parte importante de aquello. Incluso lo está haciendo hoy; sobre todo porque la red necesita de energía barata, ya que la minería de esta criptomoneda es extremadamente competitiva y requiere de las fuentes de menor costo posible.
Si estás preocupada/o por la crisis climática, entonces debieras estar más abierta/o a la posibilidad de que bitcoin puede jugar un rol fundamental en aquello. Siendo que el sistema actual está cooptado por unos cuantos y el dinero que ellos mismos crean y controlan, ¿no hace sentido buscar una moneda que sirva los propósitos de la gente común y corriente?
A bitcoin no lo controla nadie, haciéndolo el dinero del 99% completa y absolutamente, y sirviendo los propósitos de descentralización y también localismo que comenté anteriormente. Porque el localismo no es solamente lugar geográfico, sino es de aquellos que comparten ideas y sentimientos contigo, estén donde estén.
En vez de rogarle a los políticos, votando a uno y otro para que implementen los cambios que tanto necesitamos, quizás sea hora de buscar nuestras propias soluciones. Organizándonos desde la base, creando economías circulares y locales, con dinero anti-consumista y no-jerárquico.
Obviamente la inserción de nuevas tecnologías y cambios sistémicos revolucionarios vienen con resistencia. Los medios, las empresas que los controlan, y los políticos que hacen sus leyes, están en una campaña del terror contra Bitcoin, y aluden a el gran problema que nos acompleja a todos: el cambio climático.
No debiese sorprender a nadie que la narrativa que más se empuja es que Bitcoin le hace mal al clima. Esta es la tecnología más revolucionaria de las últimas décadas (o más), y está insertando un nuevo sistema socioeconómico con reglas iguales para todos, y que despoja del poder a quienes lo han abusado desde hace tiempo.
Se instala la narrativa, se expande a través de los medios, inunda las conversaciones desinformadas, y genera resentimiento y rechazo a un sistema monetario que es por y para el público.
Este tema da para mucho, pero si piensas que el cambio sistémico vendrá desde dentro del mismo sistema que lo creó, difícil llegar a un acuerdo, por más fe le tengamos en los siguientes televisados de turno. Para evitar un desastre climático encausado en gran medida por el sistema financiero, la transformación vendrá desde la periferia.
Pero, los medios quieren que odiemos a Bitcoin, por alguna razón que aún no lo logro captar. Me surge la siguiente pregunta: ¿Cuál es el verdadero enemigo; el sistema actual o un dinero descentralizado?