¿Te has dado cuenta que el mundo marcha inexorablemente hacia la tiranía?
Cada vez tenemos menos libertades civiles, todos los días nuestra democracia se hace un poco más débil, y para mantenernos drogados digitalmente, crean un sinfín de aplicaciones y juegos dopamínicos. A puertas cerradas crean el dinero del Estado, cuyo funcionamiento caerá en un puñado de burócratas no electos, con un claro fin de por medio: control total.
Durante las últimas semanas, diversos miembros de empresas y organizaciones alrededor del mundo se han reunido en Davos, Suiza, para converger sobre el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), una organización cuyos tentáculos alcanzan casi todos los gobiernos del mundo, y cuya influencia aborda hasta lo más profundo del mundo privado/corporativo. Si bien estas conferencias escapan de los medios convencionales—por razones obvias—es de trascendencia vital poner la atención en sus pasillos y podios, ya que a la distancia se teje el enjambre social, político y económico del futuro: una tecnocracia globalista que detesta la democracia y solamente responde a intereses privados.
Corría el fatídico año 1971 y un economista llamado Klaus Schwab creó el Foro, con la intención de reducir las fricciones políticas de la época y lograr un punto de encuentro entre economistas, políticos, académicos, y científicos.
De acuerdo al mismo Foro: se denomina la Organización Internacional para la Cooperación Pública-Privada, e involucra a los distintos líderes políticos, sociales y culturales de la sociedad para moldear la agenda global, regional e industrial. Según los mismos, se estableció como una organización sin fines de lucro, cuya sede está ubicada en Ginebra, Suiza. Es independiente, imparcial, y no está atado a ningún interés especial, dice su página web oficial. El Foro se esfuerza para demostrar emprendimiento en el interés planetario público mientras mantiene el estándar más alto de gobernanza. La integridad moral e intelectual está en el corazón de todo lo que hacen.
Suena bastante increíble, ¿no?
Hoy, la WEF, agrupa más de 4.000 personas, dentro de las cuales contamos a algunas de las más poderosas del mundo: Sergei Brin y Larry Page, co-fundadores de Google, Enrique Peña-Nieto, ex presidente de México, Leonardo Di Caprio, el Príncipe Charles, Peter Thiel, creador de PayPal, Emmanuel Macron, presidente actual de Francia, Bill Gates (no necesita presentación), Mark Zuckerberg, creador de Facebook, Jeff Bezos, creador de Amazon, Chelsea Clinton, hija de los Clinton, Jeffrey Epstein (tampoco necesita presentación), Jacinda Arden, primera ministra de Nueva Zelanada, Justin Trudeau, primer ministro de Canadá y la lista continua.
Como dicen los gringos, follow the money, y de acuerdo al mismo Foro, este se financia a través de sus 1.000 empresas miembros, quienes pagan entre $50.000 y $600.000 Euros al año. Entre estos contribuyentes vemos a casi todas las megacorporaciones y multi billonarios del mundo, siendo el ciudadano de a pie—quien no cuenta con ese profundidad de bolsillo—el que queda afuera.
Las empresas que pertenecen al Foro Económico Mundial son de las más poderosas, lucrativas y criminales del planeta; Amazon, que obliga a sus empleados a orinar en botellas de agua para entregar paquetes a tiempo, Nestlé, que ha reconocido abiertamente el uso de esclavos en sus procesos de producción, fabricantes de armas que se han beneficiado de conflictos militares alrededor del mundo, y Apple, quienes se hacen parecer pro planeta mientras en sus fábricas instalan redes de seguridad para trabajadores que se quieren suicidar, entre muchas otras.
El fin último del club, o Foro—para emplear el lenguaje de una manera que no preocupa a las masas—es hacer lobby en los distintos espacios de la sociedad. Financiado por corporaciones sedientas de lucro y poder, se impulsa una narrativa bella y maquillada, pero que a puertas cerradas buscan perpetuar y expandir su monopolio sobre la vida de nosotros, los medios de producción, y finalmente el planeta en su totalidad.
The Great Reset
Este término, elegido por Schwab y compañía para describir la transformación económica y sociopolítica que quieren llevar a cabo las élites para nuestro planeta, es lo que convoca esta edición. Porque mientras nos pasamos la vida dando likes en Instagram o creando videos para TikTok, los dueños del mundo crean las instancias para despojarnos de toda nuestra humanidad.
La imagen de arriba es una de las predicciones de Schwab, en que para el 2030, no serás dueño de nada, pero serás feliz. Resulta extraña la frase, en una variedad de niveles, porque resalta la pregunta: ¿quién será dueño de todo?
Si hoy te preocupa como las grandes corporaciones monopolizan los bienes y servicios que ocupamos a diario, y la transferencia de riqueza hacia la parte alta de la pirámide, (durante la pandemia los mega ricos han aumentado en 28% su riqueza), vale la pena fijarse en lo que se teje desde Suiza.
Por otro lado, el ser dueño no trata solamente de bienes. Tampoco serás dueño de tu vida privada—hoy ya en manos de BigTech—ni de tu cuerpo—inserte pase de movilidad—ni de tu democracia—inserte nuevo acuerdo supranacional—ni de tu dinero—inserte moneda virtual de banco central. La tiranía es total, pero no te preocupes, pues todo es para tu comodidad, seguridad, y conveniencia. Cabe preguntar, ¿a qué costo?
El Gran Reset impulsado por la WEF está promoviendo tres pilares, en su camino hacia el control totalitario de nuestro planeta y los futuros planetas que quizás algún día habitemos.
Vigilancia
Cooptando la pandemia del Covid-19, hemos visto una espeluznante expansión de poder gubernamental para vigilar y controlar nuestros movimientos. Si bien esto ya era tónica desde hace años, a través del capitalismo de vigilancia, la aparición del bicho hizo pasar de cambio, y encaminarnos hacia la normalización de que nuestros movimientos son monitoreados, y finalmente controlados, por el Estado y las corporaciones que lo manejan.
Si te parece preocupante el pase de movilidad, este es solo el primero de los pasos que ha dado el Foro para establecer una nueva forma de identidad digital, que según ellos ayudaría a promover un mundo de inclusión y diversidad. Aunque suena muy bello y eficiente, aparecen algunos tintes orwellianos. El identificador digital podría estar atado a cualquier tipo de acción que realices, desde reservar un boleto en tren, para acceder a tus redes sociales, o incluso comprar un kilo de pan en el almacén de la esquina. Ya algunos se estarán preguntando, ¿quién controlaría esta información? Obviamente, tu gobierno. Aquellos representantes justos y valerosos que trabajan incesantemente en pos del bienestar tuyo y mío, cuyas promesas siempre se cumplen.
Como siempre, muchos pensarán que esto es exagerado, y que nada así podría ocurrir en su país, donde las instituciones funcionan y las libertades civiles se respetan. Desde Canadá, el país que se sitúa en el quinto lugar del Índice Mundial de la Democracia, con sus medidas tiránicas contra camioneros protestantes dejan en claro que esto puede ocurrir donde sea. En Kenya, la corte suprema denunció que un identificador digital pueda tener implicancias importantes para la privacidad, y tenemos noticias de abusos de poder desde Chile, China, Estados Unidos, y muchísimos países más.
Hay, incluso, amplios reportajes de la manera en que gobiernos supuestamente democráticos espían a sus ciudadanos, y que obliga la duda: ¿quién vigila a los vigilantes?
De acuerdo a Klaus Schwab, de la misma manera que ciertos microchips se usan para monitorear el envío de paquetes alrededor del mundo, la fusión entre nuestros cuerpos y esta tecnología podría ser aplicada a seres humanos. La Cuarta Revolución Industrial, su libro, llevará a una vinculación entre nuestras identidades físicas, digitales y biológicas.
Finanzas
El segundo pilar es entregar mayor control sobre activos financieros, comenzando por el dinero que usamos a diario—a través de las monedas virtuales de bancos centrales—en el gobierno, empresas, y organizaciones supranacionales.
La herramienta más básica, el dinero, tendrá hilos que no controlaremos nosotros mismos. Si bien las monedas digitales de bancos centrales vienen con un importante esquema de marketing, disfrazadas de innovación financiera pero cubiertas por monopolios y probables censuras, esta tecnología podría tener graves consecuencias para el actuar de ciudadanos alrededor del mundo. Fuiste a una protesta en contra del gobierno de turno, tu dinero queda restringido. Has excedido tu máximo de créditos de carbono que dispones para el mes (más sobre eso abajo) te limitan tus retiros. Dijiste algo no alineado con el gobierno de turno en las redes sociales y te congelan la cuenta. Quieres enviar dinero al exterior, pide permiso y explica por qué, para qué y para quién. Buscas ahorrar, este podrá venir con fecha de caducidad para fomentar el consumo. ¿Ya ven para donde vamos?
Para quienes vivimos en democracia, las CBDCs serán el arma más letal que tendrá tu gobierno sobre nuestras libertades civiles, una realidad que miles de millones hoy ya viven bajo gobiernos autoritarios.
De acuerdo al Foro, además, se va a impulsar una economía de compartir, desde ropa hasta los electrodomésticos que uno usa a diario, arrendando todo los artefactos que forman parte de nuestra vida. Tu gobierno—y las empresas titíreteras—serán el dueño de las cosas, entregándotelas cuando las pides, siempre y cuando cumplas con los requisitos que ellos mismos impondrán.
Se da por sentado de que cualquier activo, sea financiero o no, estará en manos de un ente centralizado, muchas veces no electo, y cuyas decisiones arbitrarias van a determinar si calificas para su uso y derecho de arriendo.
Puntajes
Este es el tercer pilar del Foro Económico Mundial para el futuro de la población civil, y trata sobre tu comportamiento. Básicamente la idea es hacer comparaciones entre personas, denominar ciertas métricas que burócratas definirán como positivas o atractivas y darte puntajes. Esto se llama comúnmente un sistema de crédito social.
La idea será juzgar que tan bueno o malo seas basado en todas tus acciones. Aquellos que tengan un comportamiento positivo serán recompensados, y aquellos que realizan acciones que arbitrariamente son malas serán castigadas. Ya existe un país donde ocurre este tipo de sistema: China.
Bajo esta línea, en muchos espacios de conversación se repasa la idea de los créditos de carbono. En sencillo, dada la crisis climática que estamos viviendo y posterior catástrofe que se asoma, cada individuo tendrá un máximo de emisiones de carbono al mes. Dado que tus finanzas estarán constantemente vigiladas, y tus movimientos monitoreados, no será difícil recopilar la información necesaria para sacar tu “puntaje medioambiental”. Este es determinado por tus compras, acciones, lugares de ocio, actividades en tu hogar, y más. Sin embargo, vendrá con un límite, pues porque estamos frente a una hecatombe planetaria y hay que hacer reajustes, comenzando con el individuo.
La ironía, sin embargo, es que esta conversación está ocurriendo en Davos, donde miles de participantes acudieron en jets privados, y haciendo vista de enormes lujos, dejando una huella de carbono inaudita, mientras buscan maneras para que el día de mañana tú y yo consumamos menos. Ese ha sido uno de los grandes aciertos de gobiernos y empresas alrededor del mundo, individualizar la responsabilidad climática, y desviar la atención de quienes más contaminan.
El Foro Económico Mundial es un gran club, cuyos costos de membresía sirven para beneficiar a quienes los pagan, para mantener el estatus quo, y su hegemonía dentro del actual orden global. Los intereses financieros están a vista y paciencia de todos, y sus directrices—vigilancia, finanzas y puntajes—son explicitados con calma y en público.
Dada la contingencia sanitaria que vivimos, no resulta extraño que muchas de estas medidas de mayor control sean bienvenidas por parte de la ciudadanía. Utilizar el miedo y la incertidumbre es de las estrategias más comunes para engatusar a quienes simplemente quieren vivir una vida cómoda y segura.
No estaría completa una edición sin un repaso a la importancia de Bitcoin frente a las movidas tecnototalitarias que se realizan en el Global North. Siendo una moneda creada fuera de todo control centralizado, con una emisión máximo de unidades, de carácter inmutable, inconfiscable e incensurable, esta red se convierte en nuestra herramienta más afilada. Otorga soberanía, responsabilidad, libertad, y más importante, inmunidad, del lenguaje orwelliana que utilizan las élites, y las directrices que pretenden imponer. Aunque hoy viene envuelta en incertidumbre, será el caballo de batalla del 99% de miras al futuro.
Algunos se estarán tomando la cabeza, pensando que yo he perdido la mía. Pero la diferencia entre una teoría conspirativa y la verdad son seis meses. Aunque esto tomará algunos años, el camino ya está trazado. Ahora depende de cada uno de nosotros si lo caminamos.