Sin dudas que todos estamos sintiendo los embates económicos que hoy afligen a nuestro mundo. La impresión desenfrenada de moneda ha llevado a una crisis inflacionaria global, las cuarentenas injustificadas están generando presiones sobre las cadenas de suministro, la guerra que inventaron en Ucrania suma para agregar incertidumbre, y vemos los medios de producción de todo tipo de industrias prepararse para lo que se vislumbra: recesión.
Primero, definamos—o más bien redefinamos—lo que es una recesión. Acuñada en 1974 por el economista Julius Shiskin en un artículo del NY Times, quien entregó una lista de varias “reglas” sobre qué es una recesión. Si bien estableció más de una, con el pasar de los años, dos de aquellas: si tenemos una disminución de empleos no agrícolas durante nueve meses o más y, si 75% de todas las industrias sufren caídas en su empleo durante seis meses o más, fueron perdiendo peso, dando paso a la que más se utiliza hoy en día: caída del PIB durante dos cuartos seguidos de un año.
¿Cuál es el problema con esta definición convencional? En primer lugar, el PIB—Producto Interno Bruto—es un índice insuficiente para evaluar a un país. Utilizado para medir la producción total de bienes y servicios, o pensado como el índice que mide la riqueza de un territorio arbitrario del planeta, el problema es que medir solo con datos cuantitativos el bienestar de una población humana deja más interrogantes que respuestas.
Manfred Max-Neef, connotado economista chileno, propuso en un excelente documento de investigación desechar el PIB como medición última del estado de una nación, y que en su lugar utilicemos una medida para agregar el crecimiento cualitativo de las personas. El Índice de Progreso Genuino, que incluye temas como crimen, contaminación, actividades que impactan negativamente el capital social y natural y otros, es una medición alternativa que aún no toma el lugar que debiese. Max-Neef además insiste que deberíamos reconocer ciertos puntos importantes como: libertad, afecto, subsistencia, protección, entendimiento, ocio, identidad, y participación, más que simplemente la suma y resta de productos y servicios a la venta.
Siendo que el PIB es hoy la medida oficial, sigamos utilizándola. Volviendo a la recesión, el riesgo de utilizar como regla única la reducción del PIB en dos cuartos seguidos del año deja sin efecto a varios otros puntos fundamentales que miden la salud económica del lugar que habitas. Muchas veces, de hecho, la realidad afuera de tu ventana es peor de lo que una medida como el PIB implica. Algunos que vivimos en Chile nos damos cuenta de esa realidad.
Expliquemos el ciclo vicioso de una recesión, siendo una desaceleración de actividad económica que se refuerza a sí misma: una caída en el consumo—y gasto—lleva a una baja en producción y por tanto disminución de empleo, gatillando una caída en los ingresos que se expande por el país y sus industrias, dañando ventas. Esto último alimenta la caída en producción y el ciclo se repite.
Por lo mismo, para entender la recesión, quizás sería buena idea despojarnos de la única regla que se utiliza, y abordar el asunto con mayor alcance, incluyendo ciertos pilares vitales: producción, empleos, ingresos y ventas. Las cuatro caen en conjunto, produciendo el momento económica que el mundo hoy se precipita a sufrir.
De acuerdo a los co-fundadores del Instituto de Investigación de Ciclos Económicos, Lakshman Achuthan y Anirvan Banerji, para mantenerlo simple es bueno buscar las “tres P”: una desaceleración penetrante, persistente y pronunciada en las medidas de aquellos factores.
¿Nos encaminamos a una recesión o incluso algo peor?
Encima de la desaceleración económica global, y el círculo recesivo vicioso ad portas, hoy vemos la primera burbuja global de deuda soberana que hemos visto quizás desde fines de la II Guerra Mundial.
Tenemos una crisis de energía con tres ejes: el barril marginal de petróleo se hace cada vez más caro encontrar; el supuesto (equivocado por lo demás) que dentro de cada activo e industria existe una oferta creciente de energía barata, y por último, las tensiones geopolíticas que vemos librarse alrededor del mundo.
Los rusos están utilizando su energía y bienes como arma, lo mismo que Estados Unidos con el dólar, y ambos—junto a una variedad de otros factores—están conduciendo a una escasez de dólares por parte de economías desarrolladas (y subdesarrolladas), lo que podría provocar un colapso de su sistema financiero simultáneamente de estar cortos de energía, que podría generar un caos social de aún mayor envergadura—como vemos en Sri Lanka.
Esos son algunos de los hechos a los que nos enfrentamos y sobre todo los que tendrán que lidiar los expertos que conducen tanto la política fiscal como monetario de nuestros países. Aunque los rumores indican que se viene una recesión, quizás estemos frente a un cataclismo aún peor.
Nunca hemos visto la balanza de pagos del país reserva mundial del dinero en riesgo de quiebra, porque además, un sistema respaldado por la deuda—como es el fiat que hoy nos subyuga—no puede sobrevivir un período de deflación sin un riesgo sistémico a su existencia. Esto debido a que si la deuda de un país comienza un default, no existe demanda por la divisa de dicho país y en un período no menor, esta colapsa. Esto implica mayor impresión de dinero para salvar la economía y con ello, más inflación, más deuda soberana y la burbuja que se infla más.
Ahora bien, dado que no tengo una bola de cristal, no queda otra que tomar toda esa información e intentar protegerse de la mejor manera posible. Al final del día, los grupos de poder que dirigen la economía no nos van a cuidar, por lo que cada uno de nosotros tendrá que tomar cartas en el asunto. Si se viene recesión o algo peor, quizás los siguientes puntos sirvan de algo.
Es importante recordar que estamos viviendo una crisis inflacionaria, lo que obliga cierta flexibilidad en nuestra estrategia. Guardar dólares, aunque se aprecien contra el peso, tampoco te resguarda por completo, pues los yanquis también están sufriendo con una inflación oficial de más del 10%. Aún así, estos son algunas de las acciones que yo estoy tomando:
Guardar un fondo de reserva. Los números varían dependiendo de tu situación personal: casado u soltero, con o sin hijos, propietario de una vivienda, edad, perfil de riesgo, etc., pero en general se recomienda guardar entre tres y seis meses de gastos mensuales. Ahora bien, la inflación te los devora a una tasa mayor de la común, pero esos períodos de tiempo me parecen adecuados. Así, si pierdes tu empleo—que dada la recesión que parecemos camino a enfrentar las probabilidades suben—no te verás bombardeado por la incertidumbre y estrés de no poder cubrir tus necesidades más básicas.
Adhiérete a una cultura de austeridad. Esto no implica ser una rata y solamente comer tallarines maruchans todos los días. La idea, simplemente, es ser más consciente de tus gastos y aquellos que no sean necesarios, se posterguen para otro futuro. Una política que usan algunos es al momento de querer comprar algo, abstenerse y esperar algunas semanas. Quizás era una compra impulsiva, y te diste cuenta que realmente no necesitabas lo que ibas a comprar, o incluso cuando decidiste comprarlo, lo disfrutas aún más.
Busca otras formas de ganar dinero. Está muy de moda crear un proyecto lateral que te sirva para generar ingresos extras. Eres un fotógrafo o dibujante, quizás sea interesante la idea de vender algunos y generar una avenida de ingreso adicional a tu trabajo diario. No estoy abogando por monetizar tus hobbies o cada espacio de tu vida, sino de pensar como ir agregando dinero a tu vida de manera fácil y extra, dándote mayor tranquilidad en estos tiempos inciertos.
Conversa con tu pareja sobre el dinero. Este punto es tocado poco, pero es de vital importancia. Ten una cita financiera con tu pareja y eliminen el tabú que es el dinero. Juntos pueden crear metas y ser compañeros de cuentas, ayudándose a cuidar sus gastos, entender de dónde vienen nuestros impulsos por consumir y tener una mejor relación entre ustedes y con aquella tecnología que el mundo tan añora. Ocurre poco, pero las parejas que conozco que lo hacen me cuentan que es un momento de cercanía y crecimiento para ambos.
Edúcate y evalúa tus inversiones. Estos son los mejores momentos para estudiar y redoblar la convicción que tienes en los distintos activos que guardas. Bitcoin está barato y su valor propositivo a largo plazo sigue intacto, quisiste comprar una propiedad y hoy ha disminuido en valor, o hay otras inversiones que hoy son más atractivas que ayer.
Nadie sabe el futuro. Quizás la economía de un giro y logremos resolver la crisis que se aproxima. Aún evitándola, existe el pequeño gran problema de la inflación, que hoy engulle el fruto de nuestro trabajo. Sumando a los puntos descritos arriba, es interesante hacerse las siguientes preguntas y hacer el trabajo introspectivo que requiere una materia tan importante como la financiera: ¿estoy feliz con mi situación financiera actual?, ¿Agradezco las decisiones que he tomado con el dinero en el pasado?, ¿Qué habría hecho distinto?
Quizás venga una recesión o incluso algo peor. Pero quizás sean buenos momentos para mejorar tu salud financiera, crear un emprendimiento, educarte sobre Bitcoin, estrechar tu relación en pareja o comenzar una vida más minimalista. Con cada crisis abundan las oportunidades.
Me parece un gran momento para recordar las cosas que son más importantes en esta vida, como el Bitcoin y la amistad