Tras ver una entrevista que revisaba la creación continua de dinero público y privado, se me vinieron varios pensamientos a la mente. Estas no son simples abstracciones de lo que se viene, sino posibilidades bastante posibles. De seguro que algunas no se van a concretar, pero el simple hecho de que existen debiese ser causal para pensar.
Quiero comenzar con una pregunta que tuve con respecto a las CBDCs: ¿Cuál es el incentivo del gobierno para crear un dinero que respeta la privacidad de sus ciudadanos? Después de una larga reflexión, mi conclusión es: ninguna. Si bien existe una responsabilidad fiduciaria por parte del gobierno para crear una tecnología que respeta el deseo del pueblo del cual su autoridad emana, ¿dónde están los incentivos?
Yendo incluso un poco más allá, ¿existe algún incentivo que coloca al individuo al centro de esta tecnología? Pareciera, considerando incluso las respuestas contra el Covid alrededor del mundo, que el individuo ha tenido que ceder su lugar en pos del todo poderoso colectivo.
Al mismo tiempo, aquél colectivo, en la forma del gobierno, puede hacer y deshacer como ve conveniente. No necesariamente de acuerdo a la voluntad de sus ciudadanos, sino que tomándose atribuciones de por sí. Y en ese efecto, el mal llamado dinero “público” está siendo creado dentro de cuatro paredes, con expertos cuidadosamente seleccionados, que si bien pueden tener las mejores intenciones, no necesariamente toman en consideración la voluntad de la ciudadanía.
La naturaleza coercitiva del dinero estatal, especialmente en la forma de CBDCs no puede ser pasado por alto. Ya que al menos en nuestra actual forma de moneda, y para ser más específico, con el efectivo, podemos ir más allá del ojo todopoderoso del gran hermano y transar valor sin la necesidad de explicación o identificación.
Pareciera que hemos olvidado que hemos vivido casi toda nuestra existencia sin la vigilancia del gobierno sobre la manera en que transamos. El efectivo, perlas, conchas, oro y otras formas de dinero han existido por miles de años, sin la regulación del estado. ¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado en nuestro mundo que necesitamos un equipo especializado—porque estén seguros que lo habrá—para supervisar todo nuestro andar financiero.
Creo que debería decir que no necesariamente estoy en contra del dinero estatista. Puede, y de cierta forma debería existir. Mientras avanzamos hacia nuevas formas de gobernanza—ya que el estado no es más que un sistema de creencias—la transición tampoco debe ser abrupta. De lo contrario, el financiamiento de infraestructura, educación y muchos otros servicios públicos simplemente dejan de existir. Sería algo parecido a que la transformación de la matriz energética hacia fuentes renovables sea de un día para otro y no de forma gradual.
Sin embargo, las consideraciones que rodean ese dinero son de central importancia para nosotros, los ciudadanos.
Supongo, eso sí, que esta conversación es superflua, ya que hemos sido degradados de ciudadanos a consumidores. Hemos hecho la transición hacia una posición más “confirmadora” dentro de la sociedad, no necesariamente deliberando y colaborando pero más bien aceptando y ratificando, las directrices de quienes toman decisiones en nuestra sociedad.
Pero eso no tiene que ser así, ni tampoco tenemos que permitirlo. Una sociedad vibrante tiene ciudadanos resistentes, cuyas acciones no necesariamente se alinean siempre con el gobierno de turno. Tiene individuos con conversaciones profundas y con el derecho a demandar mayor conocimiento sobre las tecnologías que finalmente nos gobernarán.
Encuentro, de hecho, sumamente extraño que en un mundo de extremadamente amplio acceso a la información, el gobierno continúa restringiéndola, y nosotros se lo permitimos. Ni siquiera lo aceptamos, sino meramente existimos dentro de esta realidad. Pareciera que no cuestionamos por qué no nos han incluido en esta conversación, y por qué hemos sido reducidos a simples espectadores sobre lo que la autoridad nos dice que es bueno para nosotros.
Quizás sea un buen momento para retornar a la pregunta del principio sobre los incentivos. Si somos simples consumidores, entonces obviamente no hay incentivos de la autoridad por incluirnos en esta conversación. Pero, si nos convertimos en ciudadanos, la discusión toma un camino radicalmente distinto. Uno donde no sólo estamos en la mesa, sino llevamos la batuta.
A medida que la creación de los CBDCs continua a puertas cerradas, puertas que uno puede argumentar hemos cerrado nosotros mismos desde afuera, debemos preguntarnos, ¿estamos felices con la forma en que interactuamos con la sociedad? En un mundo de libre flujo de información, no entiendo por qué aceptamos políticas opacas, sobre un tema tan central como el dinero, y el cuál se nos terminará obligando a usar.
Hasta que no hagamos el esfuerzo consciente para incluirnos en esta conversación, no habrá incentivos alineados con nuestros intereses. Es así de simple.
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Te vi por casualidad en la entrevista con Mayol, y en dos día he leído casi todo estos post, que están cargados de una ideología hermosa. La verdad es que no tenía en mis preceptos que una moneda, podía ofrecer una luz de esperanza, siempre había pensado que el surgimiento del dinero había llevado a la humanidad a esta encrucijada en la que vivimos hoy. Un nuevo cambio de paradigma. Saludos, y tienes una pluma maravillosa. Felicitaciones!!!