Uno de los días más fatales que vivió la civilización humana en los últimos cincuenta años ocurrió un 15 de Agosto de 1971, conocido comúnmente con el Nixon Shock. Aquél día, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, estableció una serie de políticas que buscaban apaliar la posible recesión y crisis inflacionaria que se veía en el horizonte. Las decisiones del gobierno de la época tendrían efectos inesperados y sin precedentes para la economía moderna, las que seguimos viviendo hasta hoy.
Usando nuestra máquina de tiempo, volvamos a fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando representantes de cuarenta y cuatro países se reunieron en un hotel de Estados Unidos, conocido como Bretton Woods, en el pequeño estado de New Hampshire, para coordinar y reorganizar el panorama económico de cara a un planeta que vivía los últimos meses de la guerra.
El mundo seguía bajo el patrón oro—un sistema monetario que utilizaba el metal precioso como medio de intercambio a nivel de naciones—pero este ya llevaba décadas debilitado. Era muy rígido, por lo que en tiempos de crisis no permitía mucha flexibilidad para gobiernos y para organizaciones adictas a la guerra—como son los Estados—no permitía financiar sus maquinas bélicas eternamente.
En la conferencia de Bretton Woods, que contó con la presencia notable de economistas como John Maynard Keynes—quien propuso la creación del Bancor, una unidad de cuentas global manejado por varios países e instituciones—la conferencia terminó con el dólar como reserva mundial del dinero, aunque este estaba atado al oro al precio de 35USD por onza.
¿Por qué se resolvió que Estados Unidos tendría el manejo del sistema monetario mundial?
Debido a que el conflicto bélico se realizó en el viejo continente, los yanquis se dedicaron a producir bienes e insumos y exportándolos a cambio del metal precioso. Hacia 1944, cuando se realizó la conferencia, el país de Norteamérica contaba con 2/3 del oro mundial, el ejército más poderoso del planeta, y una industria manufacturera en pleno auge. Hacía sentido que ellos tuviesen la credibilidad—más no la fuerza—para ser los capitanes de la nave económica del mundo.
Implementando un sistema de “dólares por oro”, Estados Unidos impuso (tanto por su poder económico como militar) su moneda nacional como el medio de cambio preferido para el mundo. El Sistema Bretton Woods implicaba que todas las monedas nacionales quedaban ancladas al dólar y a su vez este quedaba anclado al oro, a un precio de 35USD/oz. Los países se comprometían a transar con el dólar, pero siempre con la opción de redimir esos dólares por oro.
Es importante señalar que la nueva estructura monetaria no estableció un porcentaje de reserva de oro para Estados Unidos, lo que les dio rienda suelta a que pudieran imprimir todo el dinero que querían. Esto fue exacerbado en los 1950 y 1960 a raíz de varios programas sociales de Lyndon B. Johnson como la Great Society y las guerras de Corea y Vietnam. Se produjeron enormes déficits en la balanza de pagos de Estados Unidos, y solamente $11 mil millones de oro respaldaban $24 mil millones de dólares.
Hacia 1959, Francia comienza a pedirle el oro de vuelta a Estados Unidos, a partir de un famoso discurso de Charles De Gaulle, quien denuncia el “privilegio exorbitante” de Estados Unidos por poder endeudarse gratuitamente. En 1971, el Presidente Pompidou de Francia envía un buque de guerra a Nueva York para buscar físicamente su dinero. A partir de esos años, entre 1959 y 1971, Estados Unidos pierde alrededor de 50% de su oro.
Eso nos llevó al 15 de Agosto de 1971 cuando se termina efectivamente el último vestigio—ya muy agotado de por sí—del patrón oro y nos impulsa primero a un sistema puramente fiat y posteriormente del petrodólar. Junto con la eliminación de la convertibilidad, esta movida por parte del gobierno de Nixon incluyó también:
Impuesto de 10% a todas las importaciones
Control de precios y salarios
Eliminación del impuesto a los automóviles
Reanudación del crédito tributario a la inversión
Cortes al presupuesto federal (para frenar la inflación)
Conocido como el Nixon Shock, los efectos de esta medida fueron opuestos a lo que buscaba la administración de Washington. De pronto el dólar perdió un 10% de su valor y la década terminó con un devastador 13,3% de inflación.
Como describió David Graeber, un connotado antropólogo en su libro Debt: The First 5,000 years: “Nixon flotó el dólar para pagar el costo de una guerra donde ordenó el bombardeo con más de cuatro millones de toneladas de explosivos sobre ciudades y pueblos de Indochina. La crisis de la deuda fue un resultado directo de la necesidad de pagar las bombas, o más preciso, la inmensa infraestructura militar.”
Por primera vez en la historia, nos subyugaba un sistema fiat—palabra del latín que significa por decreto, es decir, todas las monedas que existen ya no tienen un respaldo más que la confianza depositada en las instituciones que emiten esas monedas.
Pero eso no es todo, unos años más tarde, Nixon nos condujo hacia el sistema que prevalece hoy en día.
Sistema del Petrodólar
Estados Unidos se encontraba en una fuerte crisis económica, con una altísima inflación y miedos a una recesión, produciendo un importante cuestionamiento al dólar como reserva mundial del dinero.
En 1973, una coalición de países árabes entró en un conflicto bélico con Israel, en la llamada Guerra de Yom Kippur. Estados Unidos, con una mentalidad de guerra fría (la Unión Soviética les entregaba armas a los países árabes) apoyó a Israel, provocando respuesta inmediata por parte de los países OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo), quienes decidieron aumentar el precio del petróleo—pasó de $2 USD a $12 USD por barril—y declararle un embargo a Estados Unidos.
Nixon, con la memoria traumada de haber perdido las elecciones de 1960 debido a una “recesión inoportuna”, junto a la alta inflación, bajísima fe en el dólar, y precios de petróleo al alza, debió hacer algo.
Entra en escena, el sistema del petrodólar. Un petrodólar es un dólar pagado a un productor de petróleo a cambio de su crudo. Parece simple, pero el sistema tiene aristas bastante más complejas. Una maraña de acuerdos políticos, económicos y militares conectan el dólar estadounidense profundamente con el petróleo.
Volvamos a la historia. Corre el año 1974 y Richard Nixon junto a su secuaz Henry Kissinger deciden enviar al Secretario de la Tesorería, William Simon a Arabia Saudita para negociar el acuerdo. Los términos son simples, pero sus consecuencias profundas.
El reino pondría el precio de petróleo en dólares a cambio de armas militares y protección en sus campos (hoy alrededor del 40% de las fuerzas armadas activas del ejército norteamericano están situadas en terrenos del sistema del petrodólar). Junto a eso, en una movida llamada “reciclando petrodólares” todos los excedentes por las ventas del crudo se invertirían en bonos de la tesorería de Estados Unidos financiando el gasto norteamericano—un gobierno adicto a la guerra y una población adicta al consumo.
Reciclar Petrodólares es la forma en que Arabia Saudita inyecta los dólares que recaudó por su petróleo de vuelta en las arcas norteamericanas.
Para “reciclar” los petrodólares, Arabia Saudita utiliza una serie de medidas:
Extracción de combustibles fósiles requieren infraestructura y tecnología, para lo cual contratan empresas norteamericanas, quienes son pagadas en dólares, trayendo USD de vuelta a bancos estadounidenses.
Bancos de Estados Unidos usan estos dólares como préstamos a mercados emergentes para aumentar la demanda por petróleo.
Los Saudís invierten lo que sobra en fondos soberanos que luego compran bonos de la tesorería (más deuda norteamericana).
Un año más tarde, casi todas las naciones OPEC se habían sumado al sistema, poniendo el precio del petróleo en dólares. Para comprar petróleo de quienes tenían más del 80% de las reservas mundiales, necesitabas tener dólares. Países emergentes debían salir a comprar dólares para financiar la importación de petróleo (dejando de lado inversión local) y países desarrollados debían exportar bienes a Estados Unidos a cambio del verde.
Este sistema ha traído enormes consecuencias para el mundo. No solo ha aumentado artificialmente la demanda por dólares alrededor del mundo, sino que cada dólar que una nación, organización, y/o individuo guarda puede estar enlazado con la producción del crudo.
La defensa del sistema del petrodólar ha sido implacable por parte de las élites de Washington. El 9/11 en Estados Unidos quedó grabado en la historia colectiva del planeta, donde dos aviones chocaron contra las torres gemelas. Quince de los diecinueve secuestradores de los aviones eran Saudís, pero el reino nunca fue investigado. De acuerdo a una investigación del NY Times, Arabia Saudita amenazó con vender cientos de billones de dólares de activos en manos del reino si se promulgaba la ley del Congreso de EE.UU. que buscaba castigar al gobierno de Arabia Saudita por esos actos terroristas. El homicidio de Jamal Khashoggi, columnista del Washington Post, por miembros del gobierno Saudí tampoco motivaron acción de las élites de Washington.
Por otro lado, Saddam Hussein, en 2000 intentó desequilibrar el sistema del petrodólar. Anunció que vendería petróleo por euros y hacia Febrero de 2003 ya había vendido miles de millones de barrilles por la moneda europea. Un mes más tarde, en Marzo de 2003, Estados Unidos invadió Iraq y depuso a Hussein. Vale la pena recordar la razón oficial de la invasión. Bajo el nombre Operación Libertad Iraquí, se anunciaba que la nación tenía armas de destrucción masiva, ayudaba a Al Qaeda, y que Saddam era peligroso. Nunca se encontraron las armas ni tampoco se descubrió conexión alguna con Al Qaeda. La guerra, “fue por petróleo”.
Resulta curioso, sin embargo, que la conversación en torno a la actual crisis climática que afecta al planeta se fije en la minería de Bitcoin—que hoy utiliza al menos 40% de energía renovable o desperdiciada—y no en el dólar, cuya demanda está atada íntimamente al crudo.
El sistema hoy impuesto está basado en petróleo, dictaduras, desigualdad y el complejo industrial militar. ¿Será hora de algo diferente?
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