Una sola idea: Assange, Wikileaks y Bitcoin
George Orwell dijo una vez: “cuánto más se desvíe una sociedad de la verdad, más odiará a aquellos que la proclaman”.
El pasado Viernes 10 de diciembre, el mundo recibió un golpe bajo. Tras bambalinas, dentro de una corte opaca y sobre-politizada de Londres, un juez sentenció que los Estados Unidos pueden extraditar a Julian Assange para enfrentar cargos por espionaje. Un publicador, con un computador y una idea, ahora enfrenta 175 años de cárcel. Esta saga, una travesía de transparencia y abuso de poder, toma un camino aún más oscuro.
Para aquellos que no saben, Julian Assange es el fundador de Wikileaks, una organización conocida por transparentar la acción de gobiernos y poderosos alrededor del mundo. Funciona como un dropbox digital anónimo, donde personas pueden enviar información clasificada, para que sea publicada y el público (la ciudadanía) pueda estar al tanto de la acción de lo que hacen sus gobiernos. Su ethos es: “transparencia para los poderosos, privacidad para los débiles”.
Wikileaks, como bitcoin, muestra que un grupo pequeño de personas con una gran idea puede promover cambios significativos en el mundo. Ambas plataformas, en su propia manera, representan los mismos ideales: libertad, privacidad, y transparencia.
Como Julian una vez dijo—y yo agregué el dinero libre—“Sin la libertad de prensa, o libertad de dinero, ambos ingredientes esenciales para una sociedad vibrante y justa, estamos navegando por la oscuridad”.
El grupo de whistleblowers expone el estado real de abusos de derechos humanos hechos por gobiernos alrededor del mundo, mientras que bitcoin nos da una herramienta de salida a estas instituciones corruptas. La idea detrás de Wikileaks es cambiar la percepción de quienes están pagando por estas acciones, mientras que la criptomoneda nos da la posibilidad de hacer justamente eso.
Esta organización no debió ser tan revolucionaria. Es, simplemente, el trabajo que deberían estar haciendo editoriales, revistas, y diarios alrededor del mundo. Exponer la verdad, y llevar al discurso público lo que hacen gobiernos con nuestro dinero y en representación nuestra.
Hacia fines de 1980 y principios de los 90, Melbourne, Australia se había convertido en el centro de la cultura under del país. Un lugar de programadores, hackers, y experimentadores, la metrópolis era un semillero para aquellos que buscaban pensar y crear distinto. Y en ese ambiente, apareció un joven único, llamado Julian Assange.
Apodado el mago—wizard, en inglés—por su manera de enfrentarse y solucionar problemas, el joven australiano era inusualmente adepto con computadores y llevaba una mentalidad profundamente ideológica.
Creció rodeado por activismo político, con su madre que se vio fuertemente involucrada en campañas contra pruebas nucleares que se realizaban en el campo australiano por parte del ejército británico. Y fue durante esos tiempos que Assange tuvo su primer enfrentamiento—y desilusión—con la autoridad, cuando el gobierno de Australia apareció en la puerta de su hogar para “disuadir” a su madre de continuar con las protestas.
Criptografía Rubberhose
De acuerdo a su hermanastro, Gabriel Shipton, Julian se involucró en la lista de correos de los cypherpunks desde 1993 y continuó aportando hasta 2002. Era brillante con los códigos, habiéndose probado en Melbourne por su habilidad para acceder a redes restringidas, nunca con la intención de causar daño, sino en un afán intelectual.
A medida que Assange cursaba Física a principio de los 2000 en la Universidad de Melbourne, comenzó a aplicar el pensamiento crítico a preguntas políticas.
Hizo la siguiente: “si un periodista con información sensible en un USB es detenido por agencias de inteligencia, ¿existe alguna forma que la criptografía pueda permitirle al periodista no entregar esa información? Incluso si la agencia de inteligencia esté goleándolo con una rubberhose (manguera) para que suelte esa información”.
Así comenzó su proyecto, Rubberhose cryptography, que finalmente se convirtió en el núcleo de TrueCrypt, un sistema de archivos criptográficos que usaban carpetas indetectables con múltiples claves. En efecto, si alguien estaba siendo torturado—o cuestionado—la persona podría entregar una contraseña que diera acceso a cierta información (cierta carpeta), que no era necesariamente sensible o de interés, mientras que la información realmente sensible se mantuviera en una carpeta indetectable.
Esto permitía la “negación plausible”, una forma de resistencia y protección para periodistas frente a agencias de inteligencia. Ambos sistemas—Rubberhose y TrueCrypto—son la base de programas de encriptación que hoy usan agencias alrededor del mundo. Todo creado por un joven hacker e idealista.
Wikileaks
Alrededor de 2005, Julian Assange estaba sentado en su hogar de Melbourne con su padre, John Shipton—un fuerte manifestante anti-guerra—cuando decidió crear un Wiki. Su idea era dedicarlo para filtraciones (o leaks, en inglés) de información sobre abusos realizados por poderosos. Era un concepto sencillo, donde personas podían enviar información clasificada al sitio web de forma anónima, pero necesitando verificar la información, para que luego sea publicada.
John miró a su hijo y repitió un aforismo de Nietzsche bajo el cual vivía: “vive peligrosamente, no te arrastres teniendo miedo a las sombras. Haz lo que tengas que hacer y enfrenta las consecuencias de la mejor forma que puedas”. Assange, empoderado, comenzó.
La organización periférica tuvo su primera gran primicia en Kenya durante 2007. Tras dieciocho años de dictadura blanda con Daniel Arap Moi a cargo, el país eligió a Mwai Kibaki en 2004, quien era parte de una coalición que buscaba terminar con la corrupción que había en el país. El gobierno en ese momento decidió hacer una investigación, llamado el informe Kroll, que significó meses de trabajo, millones de recursos y tenía como objetivo encontrar a los poderosos que habían saqueado la nación desde dentro de la política.
Sin embargo, una vez terminado el informe, el gobierno decidió taparlo, y usarlo como un arma política contra Moi, el hombre más rico de Kenya en ese momento. Assange decidió viajar al país, hacia fines de 2007, justo antes de las elecciones, y obtuvo una copia de la investigación. Mientras Kibaki, presidente de la época, había decidido unir fuerzas con el mismo hombre que buscaba desacreditar, Arap Moi, Wikileaks publicó el informe, y dejó que la historia se encargara.
La investigación hizo grandes efectos en el exterior de Kenya, convirtiéndose en la portada de The Guardian, para luego ser titular en Tanzania y Sudáfrica, dando pie para que medios dentro del país publicaran la noticia. El reporte corrió durante veinte noches seguidas en la televisión kenyana, y de acuerdo a informes oficiales, influenció el voto por 10%.
Wikileaks había cambiado el curso de la historia, simplemente publicando la verdad.
Homicidio Colateral
Fue en 2010 que Wikileaks haría su mayor impacto en el mundo.
La organización recibió un video clasificado de 2007 donde el ejército de Estados Unidos, durante la Guerra de Iraq, mató indiscriminadamente a más de veinte personas desde un helicóptero Apache a más de un kilómetro de distancia. Dentro de esas veinte se incluyen dos reporteros de Reuters, varios civiles, uno que otro insurgente, e hirieron además a dos niños. El video muestra militares de Estados Unidos riéndose mientras disparan (y matan), pidiendo permiso para disparar más, y dando la sensación de estar jugando videojuegos con la vida de seres humanos.
El video, titulado Collateral Murder, iluminó la realidad sobre la industria militar, y las atrocidades de la guerra que pagamos todos los ciudadanos del mundo que estamos obligados a usar el dólar como reserva mundial del dinero.
Luego, en 2010, Wikileaks detonó un segundo informe, con los diarios de guerra de Afganistán (llamados Afghan War Logs). Estos eran miles de dossiers desde 2004-2009 que mostraban el conflicto en el medio oriente liderado por Estados Unidos y sus aliados. La información expuso una masiva desinformación en la cantidad de civiles muertos, prisioneros de guerra sometidos a actos violentos de tortura y terror, personal militar que estaban involucrados en prostitución infantil, y varios crímenes más.
En un esfuerzo en conjunto con The Guardian, Der Spiegel de Alemania, y el NY Times, se publicaron estos documentos, informando al público sobre una guerra que ocultaba secretos, horribles abusos de poder, y el verdadero comportamiento criminal, perpetuado por miembros del ejército de Estados Unidos y—tácitamente—por altos funcionarios de Washington y organismos internacionales que permiten este tipo de situaciones.
Esto puso a Wikileaks en el centro del escenario y trajo consigo un diluvio de críticas y apoyo. Por un lado, quienes apoyan la guerra y el gobierno de Estados Unidos—los medios convencionales, por ejemplo—condenaron la publicación de información sensible, tildando a Assange rápidamente de criminal, y un actor político con la intención de desestabilizar los Estados Unidos.
Por otro lado, están quienes apoyan el trabajo de Assange, viéndolo por quien es. Un luchador de la libertad, quien busca transparentar el actuar de los poderosos y los gobiernos. Para nosotros, estar en contra de Wikileaks es estar en contra del periodismo y el libre flujo de la información.
Sería cuestión de tiempo, nada más, para que las élites golpearan de vuelta, y qué mejor que a través del sistema monetario. En Diciembre de 2010, hubo un bloqueo bancario a Wikileaks por parte de Bank of America, Visa, Mastercard, PayPal, y Western Union. Una medida ilegal e ilegítima, que demostraba que el dinero no es neutral, sino que se mueve al sazón de las élites de Washington.
Fue en este momento que Assange, partícipe activo del mundo que vio nacer a Satoshi Nakamoto, pidió usar bitcoin como medio de pago. Sin embargo, el creador del dinero descentralizado pidió que desistiera. Que bitcoin aun no estaba listo para enfrentarse a la ira del gobierno de Estados Unidos y que podía echar a perder todo el proyecto. Wikileaks esperaría seis meses y adoptarían esta red de pagos en 2011, uniendo un medio incensurable con un dinero incensurable.
El video de homicidio colateral y los diarios de guerra Afganistán fueron seguidos rápidamente por la publicación en 2011 de cientos de archivos sobre la realidad de la industria internacional de vigilancia masiva. Estas demostraban un mundo inmenso de contratistas que ofrecían herramientas a gobiernos—desde dictaduras brutales hasta naciones occidentales supuestamente democráticas—en un esfuerzo por monitorear sus ciudadanos y cazar disidentes.
Tal como dijo Assange en una nota de prensa: “¿Quién de acá tiene un iphone? ¿Quién tiene un blackberry? ¿Quién usa Gmail? Entonces, están todos cagados”. No está demás decir, que esta industria hoy vale más que nunca, y nos acercamos peligrosamente a un mundo orwelliano.
Campaña de desprestigio
¿Pensaron que las élites se iban a quedar de manos cruzadas mientras un hacker de pelo blanco iba a revolver el estatus quo? Primero, en un viaje a Suecia en 2010, Assange fue acusado por la policía del país de violar a dos mujeres. Mientras rechazó tajantemente cualquier tipo de abuso, y habiendo volado a Gran Bretaña, Suecia comenzó a pedir su extradición.
Mientras Assange enfrentaba el escrutinio de los medios por cargos en Suecia—en una clara campaña mediática para cambiar la opinión pública del hombre—encontró refugio en un campo grande británico donde él y su organización continuaba con el activismo.
A medida que ocurre esta investigación con el país Europeo, Estados Unidos abre un proceso inédito. Por primera vez en la historia, acusan a un editor (quien solo publica información) por cargos de espionaje. Buscan extraditarlo, enjuiciarlo por 17 actos de espionaje contra la nación norteamericana, y claramente hacer de él un ejemplo.
En 2012, temiendo lo peor, Assange decidió huir a la embajada Ecuatoriana en Londres, pidiendo asilo. Rafael Correa—presidente de la época—quien apoyaba fuertemente a Wikileaks por las denuncias de la organización sobre la influencia norteamericana en el continente, le entrega protección diplomática y le permite vivir en la embajada.
Pasaban los años con Assange y su equipo legal ofreciendo múltiples veces ir a Suecia para ser interrogado, solo si se le garantizaba que no sería extraditado a Estados Unidos. Estas garantías fueron rechazadas una y otra vez por el gobierno Sueco, a pesar de que el Grupo de Trabajo de las Naciones Unidas sobre Detenciones Arbitrarias habían denunciado que Assange estaba siendo detenido arbitrariamente.
¿Qué pasó en Suecia? En Noviembre de 2019, botaron los cargos, y salió a luz el testimonio de las mujeres que no lo habían acusado de violación sino fueron a la policía para presionarlo que se hiciera una prueba de VIH por haber tenido sexo consensual, pero sin protección.
La traición a Assange
En 2016, en vísperas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos entre Donald Trump y Hillary Clinton, desde las profundidades de la embajada ecuatoriana, Wikileaks y Assange preparaban una nueva publicación. Demostrarían que el Comité Nacional Demócrata de Estados Unidos y la campaña de Clinton se conspiraron en contra del socialista y popular Bernie Sanders. Así, el establishment, encabezado por Clinton, continuarían en la senda a la presidencia.
Ya sabemos los resultados de esas elecciones, pero Hillary—junto a sus secuaces del DNC—necesitaban una explicación. Y pusieron el enfoque sobre Assange.
Junto a esta situación, transcurrían elecciones en Ecuador. Correa terminaba su mandato, y un nuevo presidente asumía, Lenin Moreno. Este apoyaba fuertemente la misión de extraditar a Assange—envalentonado quizás por los $4bns de dólares que le dieron instituciones ligadas a EE.UU., o también por el rol que tuvo Wikileaks en destapar los INA Papers que incluía detalles sobre las cuentas secretas de Moreno.
El nuevo presidente fue tan lejos como para decir, en un acto público, que Assange era un “malcriado”, “piedra en el zapato” y un “hacker miserable”. Vale la pena notar que Rafael Correa ha indicado que Moreno es un traidor, y vendió a Assange a los Estados Unidos.
Los próximos meses fueron horribles para Assange en la embajada. Se instalaron camáras por todos lados (tanto así, que antiguos funcionarios indicaron que este era el lugar más vigilado del mundo), y rumores comenzaron a salir que el australiano era un “invitado” muy mal portado, llegando—supuestamente—a esparcir excremento por las paredes.
Me resulta extraño, sin embargo, que estos comportamientos nunca aparecieron durante los siete años previos, sino recién con la entrada de Moreno a la presidencia.
Arresto en Londres
Tras meses de tensión en la embajada ecuatoriana, la policía Metropolitana ingresa y detiene a Assange, y lo sentencia a cincuenta meses de prisión. Es enviado a la prisión Belmarsh, un lugar conocido por ser habitado por homicidas, terroristas, violadores, y violentistas de toda índole. Ha sido catalogado peor que Guantánamo Bay.
Eso nos lleva a este momento. Estados Unidos ha ganado un juicio para extraditarlo. Que uno de los periodistas más condecorados del mundo, de Australia, esté puesto en juicio contra la institución más financiada del mundo, debería darnos escalofríos. Hoy es Assange, mañana puede ser cualquier otro.
La ironía del pasado viernes fue que al mismo momento de la sentencia, estaban siendo galardonados dos premios nobel de la paz—periodistas, María Ressa de las Filipinas y Dmitry Muratov de Rusia—quienes pedían mayor protección y libertad de prensa alrededor del mundo, pero se guardaron los comentarios para dejar en claro su posición con el fundador de Wikileaks.
Wikileaks ilumina los actos de quienes ejercen poder estructural dentro de nuestra sociedad. Expone a aquellos que han hecho el mal, en nombre del público. Y hace algunas preguntas fundamentales: ¿qué información es importante para el mundo? ¿Qué información puede lograr cambios? Y, ¿qué información existe que organizaciones estén usando esfuerzos económicos en esconder?
Vale la pena decir que Julian argumenta que los logros más importantes de Wikileaks no son las publicaciones de Iraq, ni corrupción en Kenya, India, Pakistán, Arabia Saudita, o la industria masiva de vigilancia que hoy usan gobiernos alrededor del mundo.
Lo más importante es que pone en el foco a quienes manejan poder estructural. Ayuda a los ciudadanos del mundo saber y entender qué ocurre con su dinero y a nombre suyo. De incentivar, ojalá al menos, que gobiernos hagan una pausa antes de cometer actos ilegales, ilegítimos, inconstitucionales y atroces.
¿Quién vigila a la policía? Ellos también deben ser vigilados.
Escribo este artículo hoy, por un lado en apoyo a Assange, pero también para invocar a todos, a cuestionar nuestra realidad. Cuestionar las autoridades del país en que residen, que se dicen ser estados de derecho y democráticos pero no alzan la voz en esta situación. Cuestionar la narrativa de la guerra y la necesidad de las fuerzas armadas. Cuestionar el estatus quo. Cuestionar, sobre todo, a los medios de comunicación y quienes hoy se hacen llamar periodistas pero que callan ante la barbaridad que estamos presenciando hoy.
El coraje es contagioso dijo una vez Assange. Y el mundo está apunto de perder a uno de los más valientes. Necesitamos a quienes están dispuestos no sólo a crear cambios sino también a crear las herramientas necesarias para llevar a cabo esos cambios.
Bitcoin y Wikileaks son dos piezas del mismo puzzle. Son herramientas fundamentales de una sociedad que transita por aguas turbulentas. Significan libertad, poder para el ciudadano, y resistencia al estatus quo. Ambos nacieron de las entrañas del internet, viendo como el mundo se desvanecía en manos del establishment y los poderosos. Son tecnologías vitales que tenemos ciudadanos para pelear represión, el abuso de poder, y el crecimiento del estado digital hipervigilante.
Hoy, la estructura de poder está atada al dólar y los medios convencionales. Bitcoin y Wikileaks son una necesidad. Apoya, con tu voz y tu dinero. Como bitcoiners, y ciudadanos, debiésemos alzar la voz por Assange, y últimamente, por nosotros.
Soy Pedro y esta es la edición cincuenta y cinco de La Cadena. Esta semana te pido que dones a la causa del coraje moral. Disidentes, activistas, hacktivistas necesitan nuestra ayuda y apoyo. Dejo acá un link para que puedan donar a la causa, y ojalá seguir trayendo transparencia a un mundo cada vez más opaco.