Un nuevo embate del estatus quo, esta vez encabezado por el connotado economista José De Gregorio, me obliga a desmitificar y aclarar algunas aseveraciones que hizo en una reciente entrevista para el diario chileno, La Tercera. Creo importante informarse de todas las perspectivas e intentar crear una discusión sana y constructiva.
Los críticos y escépticos de Bitcoin generalmente padecen de lo que llamamos privilegio financiero. Viven en países con gobiernos aparentemente democráticos, en que hay derechos de propiedad, un sistema legal que funciona—al menos para algunos—, libertad de expresión y una moneda que se considera relativamente estable (no lo son tanto). Lamentablemente, esta es la minoría de la población mundial. Hoy, de acuerdo a la Human Rights Foundation, existen alrededor de 4,3 mil millones de personas en el mundo que viven bajo tiranías o gobiernos autoritarios donde el dinero es usado como un arma en su contra. Más de dos mil millones de personas viven en países con inflaciones de dos o tres dígitos y un cuarto de la población mundial no tiene acceso a instrumentos financieros tan básicos como una cuenta bancaria. Bitcoin otorga una salida a varios de estos problemas.
Antes de continuar, es importante hacer la distinción entre Bitcoin y criptomonedas, por lo demás. Aunque el género se hace llamar criptomonedas, Bitcoin tiene características únicas que lo separan del resto del mercado debido a funcionalidades propias de su protocolo. Usar ambos términos de forma indistinguible no es correcto, y por motivos de claridad, solamente me referiré a Bitcoin.
Comencemos explicando qué es Bitcoin: un programa de computador—software—que permite el intercambio de valor económico sin intermediarios. No es controlado por nadie, y permite a cualquiera, sin importar su raza, cultura, origen, género, inclinación política, ni orientación sexual participar de una economía global que funciona 24/7. Su red usa técnicas de criptografía—rama de la matemática que usa códigos computacionales para mantener protegidos los datos que se transmiten por el internet. Su libro de cuentas (llamado blockchain, donde se registran todas las transacciones de la red) es inmutable y de conocimiento público. La red no censura ni discrimina y permite que personas guarden valor en una moneda escasa y difícil de confiscar. Es la última evolución natural del dinero.
Siendo que más de la mitad de todos los intercambios que ocurren a nivel mundial son hechos a través del dinero, es curioso que De Gregorio considere esta herramienta “inútil”. Surgido espontáneamente en nuestra especie, existe amplia evidencia que esta es la tecnología más antigua que hemos creado. Sirve para coordinar esfuerzos económicos entre desconocidos, denominar bienes y servicios, y permite el intercambio de valor. Constituye un lenguaje tan íntimo a la psiquis humana como las palabras que usamos en la vida diaria. Esta observación demuestra lo malentendido que es el dinero incluso entre los referentes de la economía en Chile.
José hace un repaso a una pregunta fundamental: ¿Qué le da valor al dinero? Algunos responderán que la firma de los emisores de billetes y la confianza que les otorgamos. Sin embargo, y como dijo una vez el creador de Bitcoin, Satoshi Nakamoto: “El problema central con la divisa convencional es toda la confianza que se requiere para que funcione. Debemos confiar en el banco central para que no devalúe la moneda, pero la historia de monedas fiat está llena de quiebres de esa confianza. Debemos confiar en bancos para que guarden nuestro dinero y lo transfieran electrónicamente, pero lo prestan en olas de crédito con apenas una fracción de reserva.”
Según el académico, la estabilidad otorgada por la existencia de un Banco Central también le entrega valor a una moneda nacional. La historia, especialmente actual, no es consistente con esta afirmación. Hoy vivimos una crisis inflacionaria que fue exacerbada por políticas discrecionales de banqueros centrales, y si existe estabilidad asegurada es en que las divisas de los Estados siempre perderán poder de compra con el tiempo.
Por otro lado, quienes le ven valor a Bitcoin lo hacen no por la opinión de expertos ni un marco legal que obliga su uso, sino el estudio de las características fundamentales al protocolo. Muchos no lo saben, pero el dinero cuenta con varias propiedades: portabilidad, divisibilidad, uniformidad, aceptabilidad, durabilidad y escasez, que bitcoin cumple y sobre el cual agrega varias: resistencia a la censura, inmutabilidad y que es mejorable.
Es, simplemente, un mejor dinero que hoy está generando disrupciones a nivel mundial sin precedentes.
Concuerdo con el ex presidente del Banco Central cuando explica que debemos transar con una sola moneda a nivel mundial. Lo que excluye de su comentario, sin embargo, es cómo el dólar se utiliza como arma en contra de quienes disientan de la ideología de las élites de Estados Unidos. Si agregamos que esta divisa se perpetúa en base al petróleo y la subsecuente crisis climática que golpea el planeta, se hace aún más aparente la necesidad de buscar una alternativa.
Quiero tocar un punto muy de moda entre banqueros centrales alrededor del mundo y que es la denominada guerra contra el efectivo. La idea es reducir la cantidad de actividad ilícita que se produce a través del papel moneda, y por tanto debemos eliminarla y pasar a un sistema digital controlado por el Estado.
Es importante recordar que criminales son criminales por las actividades que realizan y no por el medio que utilizan. Bajo la lógica expuesta, habría que prohibir automóviles, aviones, el internet y muchas otras herramientas.
También me pregunto, ¿Debiese el Estado tener tal nivel de control sobre nuestras libertades civiles—casi todas dependientes de nuestro uso del dinero?
Refiriéndonos a la burbuja especulativa que sufre a veces Bitcoin es importante aclarar algo. Inversionistas han inflado burbujas en todos los sectores de la economía, a través del dinero barato que controla la banca central. La gran diferencia es que en esta burbuja podemos participar todos. El común de las personas no participa en la burbuja del Nasdaq, en la burbuja de los bonos de la tesorería, en la burbuja del start-up, ni en la burbuja de las divisas. De hecho, son simplemente las víctimas de esas burbujas—por ejemplo, con la devaluación de su moneda—o son excluidos, por lo que lo único que ven son la burbuja de precios: precios altos en salud, alzas de precio del pan, la carne, el costo de transporte y más.
Me parece que es un poco temprano para emitir juicios de valor tan tajantes como “Bitcoin no sirve para nada”. Hoy existen más de cien millones de usuarios—muchos que son habitantes de naciones con regímenes dictatoriales o que sufren con altísimas inflaciones—dos países que ya lo han adoptado, y miles de empresas y organizaciones que indican lo contrario.
La adopción de monedas como medios de pagos son procesos lentos. Una lectura a la historia monetaria demuestra lo anterior y su ejemplo más reciente fue la sustitución de la libra esterlina por el dólar estadounidense que demoró al menos tres décadas. Si agregamos que bitcoin nació y se monetizó orgánicamente desde cero, sin un marco legal que lo regule ni un órgano central que lo respalde, se espera que ese proceso pueda ser incluso más lento.
Es entendible que personas cercanas a la actual institucionalidad financiera se resistan a un sistema monetario con las características que tiene Bitcoin. Propone una alternativa a quienes disfrutan del poder que otorga el actual monopolio en la creación del dinero; basado en reglas justas, inmutables e iguales para todos.
Fortalecer diversas herramientas financieras, a través de la existencia de redes alternativas de valor, pueden apoyar no sólo a comunidades oprimidas sino a la democracia en su totalidad. Esto va a crear un mejor futuro para naciones que no solo sufren bajo tiranías, sino también aquellos con enormes desigualdades como las que tiene Chile.
Lo bello de Bitcoin es que funciona y otorga opcionalidad. Permite a cualquiera, en cualquier lugar del mundo enviar, recibir y guardar valor 24/7 y 365 días del año sin tener que pedirle permiso a nadie ni tampoco explicar porque lo hacen. Entiendo que eso les aterre a algunos, pero simplemente así debe funcionar el dinero.
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