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El 15 de Agosto de 1971 es el día más importante de la historia monetaria moderna. Ese domingo, hace exactamente cincuenta años, el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, eliminó la libre convertibilidad del dólar por oro y termina el respaldo de la reserva mundial del dinero—el dólar estadounidense—por el metal precioso, pasando a un sistema puramente fiat. Una estructura anclada en un dólar inflacionario. Hace cincuenta años vivimos un momento fatídico, que dio paso a décadas de gasto, déficits, deuda y estancamiento de salarios. ¿Qué ocurrió?
Hasta 1971 existía el último vestigio del patrón oro. Aunque ha habido modificaciones, su modelo se basa en que todo dinero que circulaba por la economía—papeles y monedas—debía tener un equivalente a su valor en oro. Inglaterra fue el primer país que adoptó formalmente el patrón oro en 1821. Usaba una convertibilidad del 100%, donde un papel era redimible por su peso equivalente en el metal. Ese sistema se fue expandiendo y en 1871 surge el patrón oro internacional, con la suma de Alemania, y unos años más tarde—en 1873—Bélgica, Italia, Suiza y Francia. Estados Unidos estableció su propio patrón oro en 1900.
La estructura monetaria basada en el metal precioso funcionó por décadas. A pesar de que en muchos casos se usaba el papel moneda para comercio local, en temas de transacciones internacionales y para finiquitar grandes acuerdos—muchas veces entre naciones—el oro servía de medio de pago. No fue hasta la I Guerra Mundial que se vio amenazado el sistema.
Debido a altos niveles de deuda—para pagar los costos de la guerra—junto a una inflación profunda—el patrón oro comenzó a debilitarse. Algunos de los detractores de este sistema indican que este es su principal punto de falla: que en tiempos de crisis, se necesita mayor flexibilidad monetaria para estimular la economía. Esto dio paso al Patrón Oro Intercambiable, donde el dinero emitido debía tener un 40% de respaldo.
Hacia 1927, y tras años de reconstrucción nacional donde muchos países habían dejado de lado el patrón oro, varias naciones comenzaron a volver al sistema. Sin embargo, la crisis financiera de 1929 y posterior Gran Depresión fueron otro golpe para el sistema.
En Estados Unidos, a medida que avanzaba la Gran Depresión—desatada en Octubre de 1929, personas comenzaron una corrida a los bancos, intentando retirar todo el dinero que poseían. Por tanto, en 1933, Franklin Delanor Roosevelt (FDR), entonces presidente de los Estados Unidos decidió nacionalizar el oro y prohibió la posesión privada del metal. La orden ejecutiva 6102, firmada en April de ese año, ordenaba a ciudadanos poseedores de oro que los presentaran en instituciones establecidas que se los compraban.
Sumado a la Gran Depresión, los 1930 fueron además importantes momentos sociales para los Estados Unidos. Habían pasado pocos años desde la Revolución Bolchevique en Rusia, y la clase trabajadora se encontraba con ansias de aumentar su poder dentro de la sociedad. Querían generar grandes presiones sociales a FDR para una muy necesaria ayuda estatal a la población americana. A través de una organización sindical compuesta por millones—agultinadas en un sindicato, dos partidos socialistas y el partido comunista—amenazaron con la palabra revolución, si no se les aplicaba ciertos beneficios sociales.
El presidente de Estados Unidos acusó recibo y aprobó la New Deal, donde aseguraba por primera vez en la historia estadounidense un salario mínimo, un sistema de seguridad social para jubilados, un sistema de compensación para desempleados y más. Sin embargo, en 1937 se dieron cuenta que realmente no había grandes avances debido a la crisis económica. Entra al escenario la II Guerra Mundial.
A pesar de que Estados Unidos no se involucró militarmente hasta principios de los años 1940, fue la II Guerra Mundial la que los ayudó a salir de la Gran Depresión. Por un lado, Estados Unidos sirvió como manufactura principal para Europa, produciendo y entregando bienes, quienes se hallaban en pleno conflicto bélico. Esto les significó una importante cantidad de trabajo e ingresos—en oro, vale la pena constatar—, lo que ayudó a combatir la profunda crisis económica de la época. Esto dio paso a que hacia el término de la II Guerra Mundial, Estados Unidos contaba en sus reservas con 2/3 del oro mundial. Por otro lado, debido a la enorme cantidad de jóvenes sin trabajo, el conflicto militar sirvió para emplear a millones de desempleados, convirtiéndolos en soldados o en puestos de trabajo que alimentaban la máquina de guerra norteamericana.
La guerra continua, y arribamos a la famosa conferencia de Bretton Woods de 1944. En el estado de New Hampshire, Estados Unidos, se reunieron representantes de cuarenta y cuatro países quienes buscaban formar la próxima estructura monetaria internacional. El patrón oro ya no estaba sirviendo su propósito—exacerbado además por los costos de la guerra—y expertos de toda índole comenzaron a ingeniar un nuevo modelo. Un sistema basado en el metal precioso se consideraba muy rígido, pero al mismo tiempo había que establecer límites al gasto que pudieron hacer bancos centrales y otras instituciones financieras.
A raíz del enorme poder económico y militar de Estados Unidos, se estableció que el sistema monetario debía quedar en sus manos. El nuevo sistema consistía en que cada moneda nacional quedaba pegada al dólar, y este quedaba atada al oro en un precio de $35 USD la oz.
La nueva estructura monetaria no estableció un porcentaje de reserva de oro para Estados Unidos, lo que les dio rienda suelta a que pudieran imprimir todo el dinero que querían. Esto fue exacerbado en los 1950 y 1960 a raíz de varios programas sociales de Lyndon B. Johnson como la Great Society y las guerras de Corea y Vietnam. Se dieron enormes déficits en la balanza de pagos de Estados Unidos, y solamente $11 mil millones de oro respalaban $24 mil millones de dólares.
Hacia 1959, Francia comienza a pedirle el oro de vuelta a Estados Unidos, a partir de un famoso discurso de Charles De Gaulle, quien denuncia el “privilegio exorbitante” de Estados Unidos por poder endeudarse gratuitamente. En 1971, el Presidente Pompidou de Fracia envía un buque de guerra a Nueva York para buscar físicamente su oro. A partir de esos años, entre 1959 y 1971, Estados Unidos pierde alrededor de 50% de su oro.
Estos años podrían ver como una constante corrida al banco, siendo Estados Unidos el banco del mundo. Sumado a la pérdida del oro, EE.UU. lidiaba con inflación interna y altos niveles de déficits. Y el 15 de Agosto de 1971 se termina efectivamente el último vestigio—ya muy agotado de por sí—del patrón oro y nos impulsa a un sistema puramente fiat. Vale la pena notar que el sistema Bretton Woods establecía una conversión del dólar a $35/oz, mientras que hoy estamos en $1.77 USD/oz).
Este momento alteró radicalmente la economía mundial. Todas las divisas nacionales seguían atadas al dólar pero este eliminó la su exigencia de tener reservas en oro. El sistema de Bretton Woods, a pesar de todas sus imperfecciones, imponía disciplina y algo de límite a la creación de dinero. Eliminarlo trajo consecuencias profundas. Les quiero dejar algunos gráficos que indican qué ocurrió tras 1971 y la eliminación de la libre convertibilidad del dólar por oro. Si quieren profundizar, los invito a revisar la siguiente página: “WTF Happened in 1971?”.
Crecimiento en productividad y compensación salarial desde 1948
PIB Real, Salarios Reales, y Políticas de Comercio en Estados Unidos
Compensación a trabajadores como porcentaje del PIB
4. Indíce de Precios al Consumidor (IPC), Estados Unidos, 1775-2012
En el link de la página hay decenas de gráficos de este estilo mostrando la rotunda decaída de poder económico por parte de la clase trabajadora de la sociedad.
Existen diversos argumentos tanto a favor como en contra de un régimen monetario anclado al oro. Para sus adherentes, siendo que el metal precioso es limitado, establece un marco al gasto del estado, y así se evita de mayor manera la inflación—en teoría. Por otro lado, quienes argumentan en contra de este sistema, postulan que se presta para poca flexibilidad del estado para gastar en tiempos de crisis.
Creo que es imposible volver a un patrón oro internacional. El mundo de 2021 es diametralmente distinto de lo que era en 1971. Nuevos comportamientos, sistemas, plataformas e ideas nos inundan. Pasamos de una economía industrializada a una economía de la atención, donde todos compiten por nuestro recurso más preciado, el tiempo, y el petróleo del mundo son los datos. Por lo mismo, creo que es necesaria una nueva solución. Mirando hacia el futuro, a menos que haya pruebas de reservas públicas y transparentes por parte del estado (y bancos privados, principales creadores de moneda), será difícil cualquier sistema monetario, sin importar si existe un bien que lo respalda.
Bitcoin parece ser la evolución natural en sistemas monetarios. Es conocida la emisión máxima de Bitcoin—21 millones de unidades, cada una divisible en 100 millones de partes—por lo que no se producirán shocks de oferta, ya que recordemos, su política monetaria es predecible y constante. Además, a diferencia del oro que cumple funciones industriales y estéticas, Bitcoin tiene una sola misión: ser un buen dinero.
A diferencia del modelo fiat que se construyó—de mala manera—sobre el internet, Bitcoin es un dinero nativo a estos protocolos, y se respalda—entre otras cosas—por la participación voluntaria de sus usuarios, quienes deciden libremente entrar a su red.
El modelo respaldado en el dólar se presta para maquinaciones políticas, como vemos con países sancionados de la economía mundial por diferencias ideológicas con Estados Unidos. A Bitcoin no le importa quien eres, qué haces, por qué lo haces, ni cuando lo haces. Si quieres participar, puedes participar.
También es interesante plantearnos la idea de un dinero que está fuera de las manos del estado. A muchos les parecerá aterrador que el Gran Hermano no esté a cargo de la emisión monetaria, pero Bitcoin transforma un arma política a una red neutra de valor.
El dinero, si bien una de las herramientas más importantes de la civilización humana, es solo una parte del engranaje que es la sociedad. Necesitamos cambiar nuestros comportamientos, formas de gobernanza, participación ciudadana, estructuras tecnológicas y un sinfín de otros formatos. Pero Bitcoin, y principalmente un patrón monetario Bitcoin, quizás sea un paso natural en la evolución de la civilización humana. Quizás sea el sistema monetario que nos impulsa a nuevos hábitos de consumo, renovados modelos de asociación, y estructuras de organización más afines a nuestros tiempos. Y quizás no sea perfecto, pero de ninguna manera es tan imperfecto como el sistema fiat.
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Para que una moneda cumpla sus dos funciones básicas, facilitar el intercambio y conservar riqueza, tiene que tener y justificar la confianza de los usuarios. ¿Confianza en qué? En que, si recibo una cantidad en pago de una prestación, voy a poder con seguridad deshacerme de esa cantidad entregándola en pago por otra prestación (bien comercial) de equivalente valor, que pasa entonces en mi poder. Las monedas convencionales aseguran su valor apoyadas en un sistema de precios plausible y razonablemente estable. Estas condiciones, (1) que será recibida por el mercado sin vacilación y (2) con un valor al menos aproximadamente equivalente al que tuvo cuando la recibí, las cumple el dólar (y el euro y el yen y otras monedas "fuertes", incluso el peso chileno), pero no el bitcoin. Mi departamento vale x dólares, y normalmente tendrá en una semana el mismo valor. ¿Pero en bitcoin? Imposible saberlo con razonable seguridad. De modo que el bitcoin funciona como objeto de especulación, buscado por el (jugador) que quiere arriesgarse y espera conseguir una ganancia - pero que está preparado para perder la mayor parte de su valor. Como moneda entonces no parece servir.
Desde otro punto de vista: las monedas convencionales tienen un sustrato material en principio razonablemente sólido y de costos aceptables: el billete, la moneda contante. Aunque se use en países ricos altamente mecanizados muchísimo menos que el correspondiente registro electrónico, sigue existiendo como último recurso en momentos críticos, sobre todo para personas que no viven en un exigente mundo técnico. ¿Pero el bitcoin? Su sustrato material es sólo electrónico, sus costos energéticos demasiado grandes e inseguros, su existencia y uso depende del manejo de internet. Eso puede ser aceptable en países ricos de la OCDE, y allí sólo en situaciones "normales", sin guerras, sin trastornos sociales, sin problemas técnicos que dificulten el funcionamiento de computadores y de internet, mientras esas condiciones duran. Como todo eso no es seguro - es preferible no desmontar el sistema actual, sino al contrario, mejorarlo a medida que algunas fallas se hacen manifiestas y corregibles (los petrodólares en un mundo en el que el petróleo debe permanecer en el suelo)
Raúl Claro