¡Regulemos!
“Tienes que hacer las reglas, pero no seguirlas.” — Isaac Newton.
La crisis de legitimidad y confianza que vive la industria de las criptomonedas tiene a los reguladores afilándose los dientes y preparando la tinta para las leyes que pondrán fin a los crímenes que hemos visto surgir una y otra vez en este conmovido año 2022. Mientras los proponentes de los activos digitales permanecen en ascuas tras el destape del escándalo SBF/FTX, los enemigos de la libertad financiera celebran lo que ellos suponen es el fin del experimento virtual de la última década y media.
Los hechos de los últimos meses—que van más allá de FTX, e involucra 3AC, Luna y otras plataformas—han dejado al descubierto para muchos la necesidad de mayor escrutinio y supervisión por parte de un ente regulador a la industria del lejano oeste.
Sin embargo, por más que vivamos en una sociedad que añora regulaciones, creo que hacen falta algunas preguntas centrales a la conversación:
¿Quién regula? Si bien todos—o la mayoría—piensan de inmediato el Estado, esta me resulta una respuesta extraña. Este difuso y opaco órgano público se ha visto comprometido una y otra vez en todo tipo de escándalos financieros del mundo tradicional (basta con ver la crisis financiera de 2008-09) y que deja en entreveros tanto su competencia como su compromiso con el ciudadano común y corriente.
Si la realidad nos sirve de algo, es para poner en tela de juicio cuán comprometido está el Estado con su mandato básico—proteger a la ciudadanía—para que tengamos la tranquilidad de que nos pueda servir de vigilante ante las actitudes depredadores del privado.
Para la mayoría, la regulación se explica bajo un supuesto de protección. Observemos, de momento, los comportamientos del sistema financiero tradicional. Cobros usureros, retenciones de dinero, lavado de activos, financiamiento a causas opacas, evasión de impuestos, exclusión y negación de servicios son sólo un pedazo pequeño de la larga lista de crímenes que cometen los afortunados del sistema dominante. ¿Dónde está la protección en esos casos?
La tercera pregunta que me surge es: ¿cómo regula? Escuchando las declaraciones públicas tanto de parlamentarios como sus acólitos del ámbito académico (esta tónica es mundial), queda clarísimo que quienes discutirán estas regulaciones simplemente no entienden Bitcoin. Sea por sus privilegios financieros, o presos del lobby, aquellos a los que les pedimos las leyes no poseen el nivel de conocimiento necesario para fomentar la innovación y castigar la depredación.
No entiendo como un grupo de personas tan malentendidas en el tema podrán correctamente delinear la manera en que este protocolo y las empresas que se sitúen sobre él pueden actuar. Si agregamos que sus intereses no se alinean con quienes usan esta red monetaria—estoy generalizando—aguantemos la respiración para lo que viene.
Añoro el día que prenda la televisión y vea un banquero central, un parlamentario, o un académico convencional listando los beneficios que podría tener un sistema monetario como Bitcoin desde los cambios que le provoca al individuo como también su espacio en la lucha climática.
Hasta entonces, no le puedo entregar legitimidad ni credibilidad a un cuerpo que busca regular sin entender de base lo que está regulando.
Mientras transitamos aguas turbulentas en el mercado de las criptomonedas, se asoma también la pregunta: ¿cuánto regula? En lugar de dejarse llevar por la emocionalidad provocada por las millonarias pérdidas de inversionistas grandes y chicos, tomen pausa y—sin sonar repetitivo—revisemos el mercado y cuáles son los vacíos que hay que llenar.
Haría bien recordar algo: Bitcoin se regula sólo. El protocolo vive en las praderas verdes del código abierto, transparente como el día después de lluvias en Santiago. Los desarrolladores, operadores de nodo, mineros, y usuarios comunes se entrelazan para trabajar juntos, alineados cada uno con sus incentivos personales de manera colectiva. Cada ingrediente y actor aporta, algunos desde una vereda comercial otros desde una ideológica, para que tengamos un sistema monetario neutral para el mundo.
Los últimos trece años de Bitcoin lo demuestran: no necesitamos de un ente regulador para hacer que funcione el dinero.
Una de las preguntas más fundamentales que nos deberíamos hacer en este momento es: ¿para quién se regula? Muchos creerán que la respuesta es—nuevamente—obvia: para el inversionistas retail (es decir, tú y yo). Pero dado el enorme poder ejercido hoy por los diversos grupos del cartel bancario me quedan dudas.
El establishment no tiene incentivos para regular “en contra” del establishment, que en este caso sería a favor no sólo de Bitcoin sino de los inversionistas pequeños que hoy comen las migajas que les deja el mercado. La realidad es cruda, y lamentablemente la protección es para los incumbentes del sistema tradicional.
Esto lo estoy viviendo en carne propia, intentando abrir una empresa enfocada a Bitcoin pero encontrándome con un sinfín de manojos y cerrojos por parte del sistema tradicional (tanto desde el Estado como desde el privado) para poder operar en Chile.
Ahora bien, estas palabras pueden pintar la imagen de un anarquista recalcitrante que no le ve ningún beneficio a la regulación ni al ente que regula. Más bien busco poner sobre la mesa preguntas válidas y ausentes, para que las leyes que eventualmente lleguen sean en favor de la ciudadanía masiva y no sólo del 1%.
Sería interesante e importante dejar de fetichizar las regulaciones, y por más que cualquier mercado va a atraer a actores malos, personas sin conocimientos listas para ser embaucadas, y situaciones cómo las que hemos visto en los últimos meses, no por eso necesitamos correr de manera ciega y apanicada hacia papá Estado. Es importante ver los efectos negativos que puedan generarse a través la regulación.
Miremos al sistema financiero tradicional, hoy completamente regulado, y preguntémonos a quién le sirven realmente esas leyes.
Estamos viendo alrededor del mundo—y pronto llegarán a Chile—una arremetida importante por parte de parlamentarios y actores públicos por establecer regulaciones en el mercado de las criptomonedas. Espero que estas preguntas sirvan para enriquecer la conversación, y que cuando llegue el momento, no quedemos ahogados en leyes y cinta amarilla.
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