Tengo un amigo que se rehúsa a comprar bitcoin
“Mientras no puedan comprar cerveza, no existen.”
Tengo un amigo, cuyo nombre no nombraré, que se rehúsa a comprar bitcoin. Su razón, dicha con tono sardónico es “mientras no puedan comprar cerveza, no existen.” Comprenderán la risa que me provoca este comentario, no sólo porque tiene un grado de validez, irrefutable hasta cierto punto, pero porque también denota algo particular de mi amigo.
Comienzo apuntando a que mi amigo entiende un punto muy básico de bitcoin, pero que a la abrumante mayoría la elude: sabe que bitcoin es dinero.
La mayoría, y en esto me incluyo cuando primera estaba descubriendo la tecnología, cree que bitcoin es una inversión. Algunos piensan que no es más que una acción tecnológica, de la calaña de Apple y Microsoft, porque en el pasado tuvieron comportamientos similares en su precio. Hoy, su métrica de correlación está en su punto más bajo en años, pero mejor no mirar los gráficos, sino leamos sólo los titulares que confirman nuestras preconcepciones.
Otros piensan que es una burbuja, como los tulipanes en Holanda siglos atrás—algo extraño a considerar como malo. Hoy en día, aquella industria es importante, empleando a muchas personas, alimentando la economía y deslumbrando con su belleza. Lleva siglos en existencia, más de lo que podemos decir de algunas (o casi todas) monedas fiat.
Lo que mi amigo no ha logrado cachar, como diríamos en Chile, es que el dinero debe cumplir ciertas etapas. No es que de un día para otro se convierta en un dinero masificado con el cual podemos salir a emborracharnos como el Mago Valdivia antes de un partido contra Perú.
Estas cosas, sobre todo un tema tan tabú como el dinero, toman tiempo para que permean ni siquiera en la mente del colectivo, sino en la del individuo. Lentamente tienes que ir dándote cuenta de la bazofia que es el fiat y la banca central, del robo alarmante, sútil y descarnado que es la inflación, y de la fragilidad retorcida de la banca de reserva fraccionaria, para ir abriendo tu mente hasta poder tocar la superficie del invento de Satoshi.
Ahí te encontrarás con la piedra de top más engorrosa: tú.
El dinero generalmente comienza, a excepción de los dólares, pesos y euros que cuentan con la fuerza envalentonada del ejército de sus países y la confianza irrestricta de sus gobiernos, como un coleccionable. Las personas lo compran y lo guardan.
Pienso yo, que estamos en el fin de la etapa del coleccionable. Estamos listos, quizás, o más bien espero, para pasar a ser reserva de valor. Un dinero, al menos uno bueno y que requiere ser adoptado voluntariamente por los participantes del gran engaño de la economía, debe guardar valor en el tiempo. Bitcoin, con ciertas excepciones, como todo en este mundo, lo ha cumplido y no veo porque no lo siga cumpliendo.
Solamente habrán 21.000.000. Ningún doctorado condecorado puede inflar su oferta o cambiar sus reglas a su haber. Si eso no es valor que se guarda, no sé qué será.
Vale la pena explicar, que si bien yo estoy siendo súper fraccionado con estas etapas, son flexibles y muchas veces se solapan. Hay quienes comenzaron a utilizar bitcoin a los primeros meses de su aparición, mientras que hay otros que siempre lo han coleccionado. Estoy retratando el gran esquema de las cosas, zooming out, como dirían nuestros compañeros de la tierra del Tío Sam.
Finalmente, tras años–décadas–o siglos, llegamos finalmente a una masificación de bitcoin como medio de intercambio. Para que mi amigo se quede tranquilo, en este momento existen locales donde se pueden comprar cervezas en Santiago. Existen miles de otros locales alrededor del mundo. Es cosa, sin embargo, de romper las barreras mentales, comenzar a comprar y salir a buscar.
El comentario divertido de mi amigo, también propone una pregunta de la gallina o el huevo. ¿Qué viene primero, bitcoin en la mano del consumidor, o el comercio que acepta bitcoin?
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